♛ C U A R E N T A Y C I N C O ✏

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Mis padres decidieron que íbamos a pasar el año viejo en la cabaña de Alicia, así que empacamos ropa para dos días, incluyendo a la cerdita Lupe, y tomamos el miniván de mi papá para poder caber todos en un solo auto

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Mis padres decidieron que íbamos a pasar el año viejo en la cabaña de Alicia, así que empacamos ropa para dos días, incluyendo a la cerdita Lupe, y tomamos el miniván de mi papá para poder caber todos en un solo auto. 

Yo estaba ciertamente castigado por lo que no pude ir temprano a la casa de Isa pese a habérselo prometido unos días atrás. Me sentía terrible con eso, le había dicho que iba a besarla el treinta y uno de diciembre sin falta y no me cabía en la cabeza cómo podía lucir yo con tres desplantes seguidos.

Cuando la llamé desde la comisaría solo había podido decirle que estaba bien de salud, que no se preocupara y que no iría a su casa, pero eso estaba lejos de ser una excusa válida con nadie. Mi papá incluso me limitó el uso del celular —"así deben ser los castigos hoy en día", dijo y yo omití replicar que esos castigos eran para los doce años, no para mi edad— así que aparte de esa escueta llamada que le hice a Isa, no había hablado nada con ella; James se burló cuando le conté, dijo que fácilmente podía evadir mi condena sin que papá lo notase, que yo no era un niño, ni siquiera un adolescente... pero no quería tentar más a la suerte y no estaba acostumbrado a llevar la contraria a mis padres. 

No era un niño, verdad, pero mientras me mantuvieran, ellos mandaban... casi en todo.  

Ahora, si ella le había dado a su padre la excusa que yo le di... de seguro que ese señor estaría despreciándome con justa causa.

Para salir de la ciudad debíamos atravesarla pues nuestra casa estaba en el otro extremo de la salida hacia la cabaña, pasábamos cerca del vecindario de Isa y tuve que tragarme el orgullo para pedirle un único favor a papá. 

El miniván tenía tres filas de asientos; papá conducía, mamá iba a su lado, Mar y yo íbamos en la fila del medio y mis abuelos con Lupe en la de atrás. Aclaré la garganta sintiendo anticipadamente calor de la vergüenza en todo el cuerpo. 

—Pa —llamé. Él medio inclinó la cabeza para dejarme saber que me escuchaba—. ¿Podríamos... podríamos por favor hacer una parada breve antes de salir de la ciudad? 

El recelo en su mirada a través del retrovisor no auguraba una respuesta positiva. 

—¿Qué quieres comprar?

—No es para comprar nada, es para visitar a alguien —musité. Noté de reojo que Martina me daba ahora toda su atención, además de mi mamá que también me empezó a mirar fijamente—. No será mucho tiempo. 

—Estás castigado —recordó mi padre. 

—Por favor. Es importante. 

—¿A quién quieres visitar?

Me sonrojé aún más y agaché la mirada. Me sentí de nuevo como a mis quince años cuando le dije a mi mamá que me diera dinero para mi primera cita; así de abochornante fue. 

De una fuga y otros desastres •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora