♛ C A T O R C E ✏

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Se tuvieron que juntar dos mesas para que pudiéramos sentarnos todos juntos en la cafetería dentro de la pista

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Se tuvieron que juntar dos mesas para que pudiéramos sentarnos todos juntos en la cafetería dentro de la pista. La pegajosa y sus dos amigas estaban en uno de los lados largos, Andy, Isa, Alicia y yo frente a ellas y Martina y James a los dos extremos.

Yo estaba en medio de Alicia y de Isa y mientras los demás miraban la carta que ya estaba sobre la mesa, mi amiga llamó mi atención, usando uno de los menús como una cortina frente a nuestras caras. Nada sutil, pero a nadie pareció importarle. Su tono salió casi en susurros.

—Esto está carísimo.

—Me di cuenta. Con lo que vale un chocolate caliente podemos almorzar dos días —concedí.

—Ni que estuviera hecho con leche de unicornio de la sabana, es ridículo.

—Yo creo que el agua es gratis, pidamos agua.

—¿Nos veremos muy mal si pedimos dos litros para llevar?

Solté una carcajada y salí de la privacidad de nuestro menú. Alicia me miró sonriendo.

—¿Qué es tan gracioso?

—Nada, es que Isa habla tonterías.
Lo del precio exagerado era cierto y ni Isa ni yo estábamos dispuestos a pagar tanto por algo tan pequeño, sería desperdiciar dinero que no teníamos.

Una mesera joven se acercó a nosotros con su amable sonrisa.

—Buenas noches, yo...

—Quiero un chocolate con leche baja en grasa —interrumpió la pegajosa de la forma más grosera. Arrugué la frente sin darme cuenta— y una galleta de avena.

La pegajosa ni siquiera se dignó a dedicarle una mirada a la mesera que de todas maneras no quitó su sonrisa servicial; no quise ni pensar en el porcentaje de clientes que la trataban así. La chica tomó la orden de las dos amigas de la pegajosa —que tampoco la miraron ni dieron un miserable "por favor"— y luego rodeó la mesa para atendernos a nosotros.

Giré a mirar a Isa y también tenía un gesto contrariado hacia la pegajosa. Ella odiaba ese tipo de clientes que no tienen modales y siempre maldecía de ellos cuando estábamos solos. La mesera nos saludó a nosotros de nuevo con la misma amabilidad.

—Buenas noches.

Fue Isa quien respondió:

—Buenas noches, ¿cómo estás?

—Bien, gracias, ¿qué les sirvo?

Se notaba que a la mesera le agradó el cambio de trato y cuando miré a la pegajosa estaba blanqueando los ojos. Alicia y Martina ordenaron lo mismo: chocolate con malvaviscos, añadiendo buenos modales y una mirada a la chica; Andy y James solo pidieron un café y cuando fue nuestro turno, ambos negamos con la cabeza fingiendo lo mejor posible que en realidad no queríamos nada.

De una fuga y otros desastres •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora