♛ V E I N T I C I N C O ✏

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—¿A qué le sonríes como pendeja? —preguntó Elías

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—¿A qué le sonríes como pendeja? —preguntó Elías.

Levanté el mentón y noté que me miraba fijamente desde la silla enfrente mío en el comedor de mi casa. Yo estaba terminando de comer para salir hacia el almacén de mis padres a trabajar con él y no me di cuenta de cuando me sumergí tanto en la pantalla de mi teléfono.

Le hubiera podido mentir, pero era Elías así que eventualmente me descubriría.

—Hablo con Andy.

—¿Y de qué?

—De nada en realidad. Me mandó una imagen graciosa y de allí ha nacido una conversación sin pies ni cabeza. —Elías rodeó la mesa y sin pena alguna se asomó para mirar mi pantalla; se la mostré con confianza—. ¿Ves? Su último mensaje dice "si una llama se mete al agua, ¿echa vapor o se apaga?" —Me reí y Elías me miró con una ceja levantada porque no entendía la gracia, así que le expliqué—: Hablamos de una llama, el animal llama, no una llama de fuego. Es gracioso.

—Es malísimo.

—No aprecias el buen humor. —Recogí mi plato y me levanté falsamente indignada para llevarlo a la cocina—. Yo sí.

—No te creo ni un poco. No le sonríes al estúpido chiste de la llama, le sonríes al hecho de que al otro lado está Andy.

—Quién te escuche puede pensar que estás celoso.

—Pero como eres tú, sabes que no es eso. —Soltó una risotada—. ¿La verdad? Me parece curioso. Te gusta mucho Andy y eso no pasa muy seguido.

—Ya me han gustado otros antes.

—Sí, pero admite que con ninguno pasaste lo que has pasado con Andy. Colarse a su fiesta, robarle un beso, drogarte y robarle otro. Ese tipo de cosas crean conexiones fuertes. —Rio de nuevo, esta vez de mí y le di un empujón, intentando lucir molesta—. No te enojes, no es a modo de ofensa.

—Me gusta y ya, es como cualquier gusto. Cuando recién conoces a alguien y te gusta, cualquier estupidez te hace sonreír; se siente lindo, independientemente de si pasa algo o no, admite que se siente bonito.

La sonrisa de atarantado solo me confirmó que ya se había puesto a pensar en Alicia.

—O sea que admites que el chiste de la llama realmente es estúpido.

Me reí.

—No, ese sí es bueno porque es bueno.

Había dejado mi teléfono a un lado para poder lavar lo que había usado para comer y entonces sonó otro mensaje. Elías se había reclinado sobre el mesón y tomó el teléfono; su huella estaba registrada así que pudo desbloquearlo con facilidad y leer mientras yo me secaba las manos.

—Te va a preguntar algo —anunció, y me dio el teléfono.

Quedamos uno junto al otro contra el mesón, ladeé el teléfono para que él pudiera leer lo que Andy escribiera.

De una fuga y otros desastres •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora