"¡Vete al infierno!"
"De ahí vengo, ángel. Y, no hay forma de que me hagas volver"
Ambos estaban perdidos, en un lugar al cual no podían llamar hogar. Mientras que su mente lo único que lograba era confundirlos y no hacer nada fácil su estadía. Los...
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Preacher Man – The Driver Era
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—¡Te dije que dejaras de verlo! —la voz exclamó, demasiado potente. Aunque el grito hubiera sido lo suficientemente fuerte, no podía saber de dónde venía, pero parecía cerca. Como si quisiera atraparlo —. Tienes que estar en ese escenario en cinco minutos.
—Señor Clifford, Michael tiene que salir y-
—Déjame encargarme de esto —su cuerpo tembló ante la elección de palabras. Sus ojos estaban cerrados, pero podía sentir como las personas alrededor suyo se movían. Mientras tanto, solo se quedó quieto. Atrapado —. Yo me encargare que no vuelva a estar cerca de ese chico, o de algún otro.
Sus ojos seguían presionados con fuerza en el momento que volteó el rostro hacia un lado, esperando que la mano del hombre impactase en su mejilla, pero no fue eso lo que pasó. Sí, una mano impactó su mejilla, pero al abrir los ojos se dio cuenta que no era la persona de sus pesadillas.
Se encontró con un sujeto vestido de negro, con una máscara cubriéndole el rostro. Lo primero que hizo fue mirar alrededor. Intentó descifrar donde se encontraba, pero todo estaba oscuro. Lo único que pudo notar fue lo grande la habitación, gracias a la gran cantidad de sombras rodeándolo, además de estar desolada. Debía ser un lugar abandonado.
Vio suficientes series policiales para saber que fue secuestrado. Y, tenía una vaga idea de quién era el culpable de que se encontrara en este lugar.
Intentó moverse de la silla en la que se encontraba, para no tardar en darse cuenta de que tenía las muñecas amarradas en la espalda y las piernas a cada lado. Soltó un suspiro luego da varios intentos por aflojar las cuerdas, hasta que escuchó la risa del sujeto que estaba parado a su lado, aun sin decir una sola palabra.
Fue en ese instante que la idea de usar sus poderes pasó por su cabeza, como último recurso para poder liberarse de este problema de una vez, hasta que el sonido de unos pasos se oyó. El hombre enmascarado se dio la vuelta, en dirección al lugar de donde provenía una pequeña luz, para caminar hacia ella. Ya se encontraba demasiado lejos cuando abrió la boca, y el sonido de la puerta cerrándose terminó por escucharse a los pocos minutos.
Genial, solo de nuevo.
Intentó usar aquel valioso tiempo para intentar salir de los amarres, pero aquello era demasiado complicado cuando el pánico y la desesperación iban apoderándose poco a poco de sí. Algo que una reacción normal, teniendo en cuenta su situación, pero había algo que lo hacia temer más cualquier otra persona en su lugar. Si Moria en este lugar, desaparecería. Puf. Ni cielo, ni infierno. Literalmente, dejaría de existir. Eso daba más miedo que la muerte.
