"¡Vete al infierno!"
"De ahí vengo, ángel. Y, no hay forma de que me hagas volver"
Ambos estaban perdidos, en un lugar al cual no podían llamar hogar. Mientras que su mente lo único que lograba era confundirlos y no hacer nada fácil su estadía. Los...
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Don't Call Me Angel – Ariana Grande, Miley Cyrus, Lana Del Rey
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Podía ver el viento arrasando con las hojas de las palmeras, la arena ir en diferentes direcciones y el amor, tan salvaje como todas las noches. Hacia frío, pero no era algo que pudiera confirmar, solo suponer. Después de todo, no podía sentirlo.
Sus oscuros ojos estaban fijos en las olas, moviéndose en diferentes direcciones, de una manera salvaje y desordenada, pero su mente estaba en otro lugar, uno lejano. Sus recuerdos estaban en otro mundo, puede que en otra vida.
No recuerda la fecha exacta, pero sí el sentimiento que invadió su cuerpo aquel día. Uno que estaba sintiendo ahora mismo. Eso era lo único que lo hacía recordar todo esto, haciéndole saber que (de nuevo) no tenía esperanzas. Las memorias eran tan lejanas, pero a la vez aún le dejaban un sabor agridulce en la boca.
Su mirada bajó a sus brazos; negros como el carbón, con unas líneas subiendo por sus codos como raíces, como... como si la oscuridad se estuviera apoderando lentamente de todo su ser. De sus manos brotaban llamas, las cuales salían de ellas sin algún control. Porque, esta noche no lo tenía. Esta noche era otra persona.
Otra bola de fuego fue disparada hacia el mar, con ninguna precisión, ocasionando que las se tiñeran de un color plomizo, como si el caos se hubiese apoderado de ellas. Caos. Lo único en lo que era bueno y podía hacer bien; ocasionar caos.
No siempre fue así. Sus manos no siempre fueran las causantes de provocar aquella llama, ellas solían ser... especiales. Transmitían paz, pero ya no. Nunca más lo harían.
Jamás creyó que se arrepentiría de ello, y puede que aún no lo haga tanto, pero había días. Todo empezó con la llegada de ese primer ángel de rizos castaños y ojos claros. Él tenía algo que le solía pertenecer, que era suyo. Un ángel. Uno que vino a recordarle lo que ya no podía recuperar. El mismo que lo estaba cambiando, poco a poco, sin que pudiese darse cuenta.
Otra llama fue lanzada al fuego con toda la fuerza posible, ocasionando que las olas se hicieran más intensas. Sus manos se hicieron puños y las raíces negras fueron subiendo por el largo de sus brazos. Tal vez, si tenía algo de suerte terminarían por consumirlo. Porque, eso hacía el fuego, ¿verdad? Consume, y solo deja cenizas al final.
El fuego se fue, dejando un rastro de humo negro que brotaba de sus manos, en espera a que este volviera. Debería poder controlarlo, pero no podía. Esta noche no. Porque, una noche como esta, quiso este poder. Quiso todo el poder.
No contó con el poder, podía ser demasiado algunas veces.
—¿Qué haces aquí? —no se movió ni un centímetro, ni levantó la mirada, pero necesitaba hacer alguna de esas cosas para saber quién era el dueño de aquella voz.
