"¡Vete al infierno!"
"De ahí vengo, ángel. Y, no hay forma de que me hagas volver"
Ambos estaban perdidos, en un lugar al cual no podían llamar hogar. Mientras que su mente lo único que lograba era confundirlos y no hacer nada fácil su estadía. Los...
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Don't Call Me Angel – Ariana Grande, Miley Cyrus, Lana Del Rey
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Siempre se consideró alguien quien era demasiado bueno fingiendo estar bien. Como en aquellas veces en las cuales era mandado a perseguir diferentes almas perdidas en la tierra, y cuando volvía tenía que fingir no verse afectado al ver como estas se iban trazando un camino al infierno. También cuando llegó aquí.
Al comienzo creyó que esto sería fácil; mandar a un ángel caído al infierno, simple. Con la ayuda de su collar podría regresar al ser con un abrir y cerrar de ojos, pero no contó con que todo eso podría volverse más complicado de lo que imaginó.
Fingió estar bien cuando aquel ser no quiso contribuir en ayudarlo con su misión, aunque hubiera sentido una gran frustración por ello. También cuando perdió su collar a causa de este (o puede que suya. Aún intentaba comprender lo que pasó ese día), aunque el miedo de permanecer atrapado en este mundo y no saber si podría morir (algo que no se lo comentó a nadie) se hiciera más grande cada día. Pero, ya no podía seguir haciéndolo si tenía a un ángel caído besando sus labios y jugando con su cabeza en el momento que quisiera, para luego deshacerse de su persona.
Como ahora.
—Ya puedes irte —fueron las primeras palabras que salieron de la boca del ser en el instante que se levantó. Desde su posición pudo notar como los rojos labios se abrieron, soltando un largo bostezo, y como sus músculos se contraían cuando llevó los brazos hacia arriba. Cada día le sorprendía más lo atrayente que podía ser.
Decidió no hacer algún comentario en el momento que vio al pelinegro abandonar la habitación e irse en dirección al baño, solo acomodó su ropa, sin molestarse en fijarse por su apariencia en algún espejo. Sabía que era un completo desastre después de los sucesos de la noche pasada.
Nunca supo que era sentir verdadero terror hasta esa noche. Los ojos de aquellos sujetos eran iguales o peores a los de cualquier demonio que haya visto. Y, aunque la posibilidad de morir no era alta, las palabras del ángel caído seguían grabadas en su mente. Tal vez, tenía razón y el dolor mental puede llegar a ser más grande que el físico.
Intentó olvidar el suceso, mientras se encontraba al borde de la cama, intentando colocarse sus llamativas botas doradas, hasta que escuchó unos descalzos pasos viniendo del pasillo. Levantó la mirada para encontrarse con una cabellera negra, de la cual caían pequeñas gotas de agua, dejando un rastro en la alfombra del piso. El ser tenía puesto uno de esos suéteres que le quedaban demasiado grandes y tan solo ropa interior cubriendo sus pálidas piernas. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para alejar la mirada que aquella zona.
—No hablaremos nunca de esto, ¿verdad? —se puso de pie en el momento que el pelinegro tomó asiento al otro lado de la cama. Este lo miró, sin mostrar alguna clase de emoción en el rostro.
