"¡Vete al infierno!"
"De ahí vengo, ángel. Y, no hay forma de que me hagas volver"
Ambos estaban perdidos, en un lugar al cual no podían llamar hogar. Mientras que su mente lo único que lograba era confundirlos y no hacer nada fácil su estadía. Los...
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Holy – Florida Georgia
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—Michael, se supone que debemos-
—Cállate, Luke —sus manos estaban pegadas al cristal, mientras que su rostro se encontraba demasiado cerca de este, lo suficiente como para que su aliento formara una pequeña mancha de vapor —. Si vas a seguirme, debes ser parte de mi rutina.
—¿Tu rutina consiste en pasar por el mismo centro de adopción todos los días y ver gatos? —asintió en respuesta, sin molestarse en mirar al ángel —. Y dicen que los ángeles caídos son tan aterradores como los demonios —murmuró el ser.
Volteó el rosto hacia un lado para ver al rubio, quien tenía una sonrisa divertida en el rostro. No pudo evitar fruncir el ceño ante el comentario, claro que era rudo. Era un ángel caído que iba a casa de apuestas y era el más respetado en la ciudad por las cantidades de dinero que ganaba gracias a tener el mejor club de la zona. Ver gatos no tenía nada que ver con su rudeza, solo era un pasatiempo.
Además, ¿quién se creía ese tonto ángel para decirle que era rudo y que no? Mas bien, debería estar agradecido que lo haya dejado venir. Lo que menos necesitaba era un torpe ángel rubio de dos metros arruinando su reputación en un lugar donde todos lo conocían.
Pero, claro, Luke cree que porque "se besaron" tenía derecho a tomar esta clase decisiones. Aunque, bueno, en parte esto era su culpa.
Lo que no era su culpa era que aquel ángel hubiese estado delante suyo en el momento que se sintió débil, tampoco haber sentido ese vacío en su pecho al contar parte del pasado que intentaba olvidar, y mucho menos que aquellos labios estuviesen allí, a tan solo unos centímetros de distancia cuando más los necesitaba.
Sí, fue débil, pero sabía que no podía dejar que esto lo consumiese. Luke solo era un ángel con un cuerpo por el cual sentía atracción. No era nada más que eso, y no podía dejar que fuera más. No iba a cometer los mismos errores que ya cometió, mucho menos en este lugar.
Había veces que era difícil, cuando volvía a ver los ojos azules, los cuales no podían evitar traerle recuerdos, haciendo que su corazón lata rápido y su mente se nublase. Pero, teniendo en cuenta el "trato" que ambos tenían, sabía que sería difícil no verlos seguido.
Negó rápidamente con la cabeza y volvió a poner atención en el pequeño gato negro que se encontraba en su delante. El animal estaba perfecta dormido en una clase de pequeña bola de pelos, que hacia a su corazón estrujarse.
—Que me gusten los gatos no me hacen menos rudo que tu ricitos —dijo entre dientes. Tal vez, creía que si hablaba más alto podría despertar al felino. Tal vez.
