"¡Vete al infierno!"
"De ahí vengo, ángel. Y, no hay forma de que me hagas volver"
Ambos estaban perdidos, en un lugar al cual no podían llamar hogar. Mientras que su mente lo único que lograba era confundirlos y no hacer nada fácil su estadía. Los...
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Preacher Man – The Driver Era
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—Michael, creo que encontré algo que puede ser-
—Shh —el ángel caído presionó sus labios con el dedo índice, solo para que segundos después apartara su mano —. Hablas muy alto, ángel. ¿No ves que intento dormir?
—No he pasado casi toda la noche leyendo estúpidos papeles para que ahora me digas que quieres dormir —una pequeña risa no tardó en salir del pelinegro cuando terminó de hablar. Adorable, pero este no era el momento para eso.
—Te ves lindo cuando te molestas, ángel —murmuró Michael, llevando el mismo dedo hacia el medio de sus cejas. Dejó de fruncir el ceño para apartar de nuevo la mano del ser con fastidio —. ¿Dónde esta mi botella? —el ángel caído no tardó en apartarse de su lado para comenzar a buscar entre las desordenadas sabanas. No pudo evitar pasar las manos por sus rizas ante el sentimiento de frustración. Lidiar con ángeles caídos, era lo peor.
—Te la acabaste hace horas, genio —pudo notar un puchero en el rostro del ser ante sus palabras. Esto de estar molesto con él se volvía más difícil cada vez que hacía esta clase de cosas tiernas.
Un bostezó no tardó en salir del pelinegro, mientras volvía posicionarse contra el respaldar de la cama. Esperó que este por fin pudiera hacerle caso, pero su ceño se volvió a fruncir cuando una cabeza cayó sobre sus muslos. Michael pasó a refregar su nariz contra la manga de su suéter, haciendo este pequeño gesto que le hizo recordar a un gato.
¿Por qué no pudo tocarle un ángel caído que fuera menos tierno?
Algunas veces no podía creer que Michael fuese un ángel caído. Tampoco era como que hubiese conocido a algún otro, pero sí escuchó historias que contaban que los ángeles caídos pierden su belleza natural para convertirse en seres igual de horribles como sus almas. Ellos comienzan perdiendo el color de sus cabellos, luego sus hermosas alas emplumadas se convierten huesudas, hasta que su piel se torna en un color plomizo como la ceniza.
El cabello de Michael era un negro azabache, tal y como lo describieron los otros ángeles, pero no era horrible. No tenía el conocimiento sobre si sus alas ya no tenían plumas, pero suponía que eso era bastante posible. Además, su piel no era de aquel color plomizo, era blanca, casi pálida con mejillas ligeramente rosadas, haciendo que el color negro resaltara logrando verse bien. Era simplemente hermoso, como lo fue la primera vez que lo vio en el cielo.
No entendía por qué. Esto no tenía algún sentido, nada lo tenía. Si el alma de Michael ya no era pura y se había corrompido, ¿por qué no estaba en el infierno?
Algo en ese ser no era normal. Michael era diferente, pero no sabía por qué. Puede que esa sea otra razón para su estadía, saber que lo hacía diferente a cualquier otro ángel caído. Tal vez, él podría tener alguna salvación y no tendría que enviarlo al infierno si es que estaba en lo cierto.
