17. La chica invisible

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No hubo la necesidad de preguntarle a Chlöe si esas malditas miradas que Kassandra le lanzaba, cada vez que se cruzaban frente a frente, le afectaban. Por experiencia propia sé lo que encierran ese tipo de ojos escudriñándote de pies a cabeza. Te analizan para "encontrarte" infinitos defectos -que en realidad no posees- y así hacerte sentir menos frente a ellos. Después de todo, viví rodeada de lanzas envenenadas toda mi etapa escolar. Sé muy bien que a Chlöe no le afecta ni lo más mínimo el desprecio de Kassandra, pero yo no podía dejar que eso siguiese sucediendo en frente mío. Una vez que estuve a solas con la griega, le pregunté por qué se comportaba tan mal si mi fisioterapeuta no le ha hecho nada.

- Esa tipa tiene la carita de "mosquita muerta", pero anda con una mirada curiosa sobre ti. ¿No lo ves? Seguro que anda pensando en cómo enamorarte aprovechando que las dos comparten la casa. ¿Cómo no quieres que esté celosa si solo puedo verte un par de veces al mes?

Pude -y debí- haber explotado en ese momento para dejarle en claro que yo no soy "exclusividad" de nadie y -en especial- que las estupideces que me dijo no justificaban ningún desplante que le ha hecho a Chlöe todo este tiempo. Sin embargo, me controlé lo suficiente para sonreírle y besarla hasta hacerle olvidar que habías tenido esa pequeña charla. Pronto la tuve susurrándome idioteces cariñosas pegada a mi oreja. Lo que ella no se imaginaba fue que me iría luego de la sesión de fotos. <<Discúlpame, princesa, pero tengo una cita con mi fisioterapeuta al mediodía y si me apuro creo que sí llegaré. Estarás aquí por una semana, así que podremos vernos después>> no se atrevió a decirme nada ya que había muchas personas de Nike a nuestro alrededor, y sé que lo último que Kassandra desea es ser blanco de chismes. ¡Lo último que haré es volver a salir con ella (al menos esta semana)!

Puedo ser soberbia y tener otros cincuenta mil defectos iguales o peores como ese, pero jamás dejaría pasar una injusticia frente a mis ojos. Chlöe no merece ese comportamiento de mierda que Kassandra plasma cada vez que se encuentran, así que tener la salida a tomar una malteada me supo a una pequeña victoria que pronto se engrandeció al verla sonreír a la alemana.

- ¿Y a dónde me quieres llevar? -le pregunté antes de solicitar el servicio de Uber en mi celular-.

- Depende de cuánto tiempo tengas disponible.

- Supongo que la misma cantidad que tú -sonreí-. ¿Todavía no me crees? Esta tarde es para una salida de paciente y fisio.

¡Juro que la vi sonrojarse! Sin embargo, no comenté nada para así evitar arruinar los pequeños pasos que estoy dando con ella. No hay forma alguna de que ahora mismo yo admita estar enamorada de Chlöe, pero sí me preguntasen, mi respuesta es una sola: Chlöe me gusta muchísimo. Estas semanas fueron eternas y dolorosas para mi corazón.

¡Sí! ¡Tengo corazón después de todo!

Cuando creí que llevar princesas a mi habitación sería un remedio infalible para fumigar a todas las mariposas que revoloteaban en mi estómago, me di cuenta de que las consecuencias estaban sucediendo al revés. Día a día mi humor se volvía más oscuro y tenía que hacer grandes esfuerzos para no mandarlas a volar a esas tipitas que se desvivían por satisfacer cada uno de mis caprichos. En cambio, Chlöe seguía imperturbable como ella sola. Su actitud hacia mí siempre ha sido educado y cordial, pese a las tonterías que yo hacía.

Más temprano que tarde cambié de estrategia. Ya no me interesaba -ni podía soportar- acostarme con las mujeres más guapas que he conocido, solo quería dejar de ser invisible para Chlöe. Mis princesas solamente venían a mi casa para conversar o pasar el rato viendo una película, y así me fui acercando poco a poco. Chlöe accedía a acompañarnos en las charlas y así mi ansiedad por tener un poquitito de su atención se fue saciando.

No seré tu PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora