23. Hueso, Carne y Sangre

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Fue una muy buena idea volver a casa apenas el frío caló bajo su piel pues durante los veinte minutos que nos tomó la caminata, el cielo se había terminado de tornar nuboso e inclemente hasta dejar caer un enorme aguacero sobre Washington. Quizá cinco minutos más de abrazos y dulces cariños en el parque hubiesen implicado llegar empapadas de lluvia a Chevy Chase.

¿Qué otra ventana faltaba por cerrar? Una inesperada y gélida brisa acababa de enredarse por todo mi cuerpo y ahora sí que no puedo negar que está haciendo muchísimo frío incluso dentro de la casa. ¡Pobre de ella! Mi reacción no es nada comparado con el escalofriante tiritar de Paula que parece casi interminable. La ayudé a colocarse un suéter y un abrigo extra apenas pisó su habitación, pero el frío la devoraba de pies a cabeza. La enorme taza de chocolate hirviendo con malvaviscos la relajaron y le devolvieron el color a sus labios que se agitaban como hojitas marchitas ante el pasar de un huracán, pero el efecto de confort no sería eterno.

Lo que más me asusta es que estas "señales" sean el preámbulo de alguna enfermedad respiratoria que de un momento a otro atraparía a Paula, y yo no podría estar a su lado para cuidarla dado que la próxima semana es fecha FIFA y tendré que viajar a Europa para cumplir con el trabajo de la selección francesa. <<¡Vamos Chlöe! Impón lo profesional sobre tus sentimientos personales>>, grita mi cerebro ya que jamás me he preocupado tanto por uno de mis pacientes. ¡Ellos son lo suficientemente responsables como para cuidarse solos! Pero mi corazón hace mucho que dejó de ser indiferente hacia la chica de ojos turquesa los cuales me observan con una ternura palpable.

¿Qué hago contigo, Paula? Mejor dicho: ¿qué hiciste para asesinar parte de mis más egoístas prejuicios? Quizá lograste que mi necia cabeza comprendiese que no importa quiénes somos en nuestro interior, sino que nuestros actos son quiénes nos definen. ¡Sí! Te doy la razón en eso porque tú no merecías ser víctima de mis arranques de mal humor durante la noche de Halloween. Incluso, hasta ahora me avergüenzo de haber causado problemas donde no debían de existir. Estuvimos teniendo una muy bonita amistad esas últimas semanas y solo bastaron unos cuantos chismes y una llamada de Francia para desatar a mis demonios. ¡Casi lo eché todo a perder!

Y si las cosas se hubiesen dado de esa manera, yo sería la única culpable. ¡Nunca responsabilizaría a Léa! Por más que ella provocase que mi vida se tenga que reescribir desde cero luego de una madrugada. <<Lugar y momento equivocado, Chlöe>> fue su maravillosa explicación cuando descubrí el gran "secreto" que se tenía con mi prometido. Quizá lo más irónico de todo es que pese a que me escapé de París, ella sigue atormentándome cada día, y por más que desee odiarla un poquito no puedo ni debo hacerlo. Soy la prueba viva de que jamás eliges a tu familia, pero tener de hermana a Léa es una verdadera prueba a mi paciencia y amor fraterno. Lo peor de todo es que ese sentimiento no es recíproco. ¿Acaso le importaré un poco a mi hermana? No, interesa. Existen personas que solo quieren ver arder el mundo, y parece que Léa se contenta con incendiar mi vida cuando las flores están brotando en sus planicies.

Gracias al cielo, esta vez, mi primavera fue más fuerte que cualquier infierno desatado. Paula me conmovió hasta lo más profundo de mi corazón al disculparse durante la fiesta, pudo haberse esperado a estar en la privacidad de la casa, pero se arriesgó a que yo reaccionase mal de nuevo y en frente de sus amigos.

¡No le interesó nada de eso! ¡Solo yo! Y ello es invaluable para mí. Mi manto de "mujer de metal" cayó o se derritió muy rápido ante su forma de ser. Los días se volvieron en más que tiempo transcurrido, cada uno de ellos se volvía especial en mi memoria porque los pasos a su lado. Compartimos risas, charlas y caricias que calzan perfectamente en una relación amical. Mi corazón lo sabe, más allá no puede saltar porque es un abismo infranqueable. ¿Qué me detiene a intentar dar ese salto de fe? ¿Qué perdería si lo hago? Mi vida ha perdido todo lo que he amado en este mundo, pero no por ello soy inmune al miedo. No tenerle respeto al miedo no es un don sino una maldición -la cual no deseo poseer-. Intentar enamorarme de Ana Paula Córdova implicaría, primero, arrancarme el corazón como precaución antes que ella lo rompa.

No seré tu PrincesaWhere stories live. Discover now