27. Relaciones Diplomáticas

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"¡Hola diciembre! ¡Qué bueno que llegaste!" son las palabras que yo diría si estuviese en California en estos árticos momentos de mi vida. Cuando creí que noviembre no podía ponerse aún más frío ¡pum! aparece el último mes del año para cerrarme la boca con su solitario aliento helado... ¡¡materializado en una horrible y eterna tormenta de nieve que azotaba a todo el bendito país!! Sí, incluso en Instagram he visto multitud de stories de californianos grabándose bajo una tenue caída de nieve en Los Ángeles y buena parte del sur.

¡¿Qué diablos está sucediendo con el clima?! ¿La madre naturaleza se despertó de malas este mes? Pero, de todas formas, estar en Santa Bárbara bajo las locuras climáticas sería mejor que estar convirtiéndome en una pingüino en DC. La calefacción ayuda a sobrellevar los grados bajo cero, pero no puedo opinar lo mismo cada vez que salgo a la calle para ir al trabajo o una tarde de desestresante shopping. Ni que hablar sobre el aumento incontrolado de accidentes de tránsito durante las últimas dos semanas a causas de las calles congeladas y las ventiscas que prácticamente te dejan a ciegas mientras conduces. Ojalá que la naturaleza se apiade de mí -bueno, también de todos- dentro de tres días al bajar su furia desbocada durante solo 48 horas. De lo contrario, mi vuelo de regreso a casa se añadiría a esa espeluznante lista de cancelaciones que actualiza la página web del aeropuerto cada media hora desde principios de mes.

¡La sola idea de no pasar las navidades con mamá y papá me aterra! No ha existido ninguna en que junto con mi hermano nos hubiésemos juntado una cena de nochebuena y luego amanecer muy tempranito para disfrutar de las sorpresas que había bajo el árbol. ¡Es cierto! Debí asegurar mi regreso a California hace muchos días atrás, pero ello hubiese significado dejar mi mejor regalo de Navidad sin abrir por más de diez días.

¿De qué hablo? ¡Pues simplemente de que ya estoy de pie!

La visita a la clínica donde los últimos cuatro meses estuve esclavizada -durante dos veces a la semana- a larguísimas e incómodas terapias, por fin le pude decir adiós y hasta nunca. ¡Sí! ¡Qué emoción! Me retiraron el yeso y luego del detallado chequeo médico obtuve el permiso para caminar, correr, saltar y NADAR todo el tiempo que quiera. Mis huesos habían soldado muy bien, así que la fisura parecía nunca haber existido. Hasta el doctor que me atendió estaba sorprendido por la rapidez con la que me recuperé, pero todo se reducía a la fenomenal fisioterapeuta que la vida se encargó de enlazar a mi corazón.

Chlöe Müller no es un regalo de Navidad sino del cielo. Más allá de que estas semanas me resultasen tortuosamente insoportables a causa de la ola de frío, desde mi adolescencia no había vuelto a ser tan feliz como ahora. Besarla esa mañana -luego de una infundada discusión- fue la causante de que a mi corazón le saliesen alas y no deje de revolotear por todo mi pecho a cada segundo del día.

El amor volvía a circular por mis venas, las risitas tontas brotaban de mis labios y las miradas sinceras servían más que infinitos poemas para que ambas supiésemos que nos amamos. Lo gracioso de todo es que nuestra "convivencia" de los últimos meses no cambió casi en nada luego de nuestro primer beso. Ahora entiendo por qué la pequeña Galina esa noche chilló que éramos novias. ¡A kilómetros se notaba! Incluso para una niña, pero nosotras éramos las únicas que no lo queríamos ver. Aunque... quizá solo es mi mente queriendo preocuparse por algo innecesario, pero Chlöe jamás me ha preguntado si somos novias ni tampoco me lo ha insinuado.

¡Mierda! No es momento para preocuparme por "detalles" superficiales como una etiqueta social. Además, conozco lo suficiente a Chlöe para adivinar que quiere mantener su perfil bajo debido al trabajo. Su faceta de capitana Marvel sigue imperturbable durante el martirio de entrenamientos de todo este tiempo, pero -según ella- aún no he conocido la verdadera masacre a la que me someterá luego de las fiestas para recuperar mi cien por ciento competitivo...

No seré tu PrincesaWhere stories live. Discover now