28. El mejor Regalo

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Ninguna quiso hacerlo. ¿Por qué desperdiciar una bonita noche? Habíamos preparado galletitas navideñas con formas de árboles y bastones de azúcar, leche con chocolate y unos sándwiches de pavo. Arremolinamos mantas y cojines alrededor de la chimenea eléctrica en la sala de estar, un par de bandejas de comida reposaban sobre la mesita de centro mientras Chlöe buscaba una tradicional película para estas épocas decembrinas. ¿Las películas de Mi Pobre Angelito? ¡Nah! Ya pasó de moda hace quince años. ¿Y El Expreso Polar? ¡Sí, claro! Los dibujos animados son el mejor remedio para olvidarte de tus problemas al sacarte verdaderas risas.

¡De ninguna manera las tonterías de una niña caprichosa como Cristina me arruinarían mi última noche del año al lado de Chlöe! Al final de cuentas, si las cosas escapan fuera de mi control, tendría que recurrir a María Grazia. ¡Ya basta! ¡No pensaré en ese estúpido mensaje!

Sentadas en el suelo alfombrado y muy acurrucaditas una de la otra nos sumergimos en una maratón de dibujos animados navideños. Más chocolate caliente, ¿no hay más galletitas?, bueno, podemos comer ese arroz primavera que quedó del almuerzo acompañados de pollo a la naranja. ¡Ana Paula! Encontré una bolsa extra de malvaviscos. ¡Sí! Podíamos sobrevivir a otras dos películas más.

Mi cabeza se recostaba sobre sus piernas que estaban en la conocidísima posición de loto. Sus manos me peinaban la piel con una ternura que relajaría a la fiera más peligrosa del mundo o ayudarían a recordar al corazón que olvidó cómo susurrar las melodías del amor a través de sus latidos.

Ninguna evocó la idea de que dentro de unas horas yo estaría abordando un avión mientras la otra mitad de mi corazón se quedaba aquí en la casa. ¿Y si mi quedó a acompañarla? ¡No! Chlöe se molestaría por ponerla encima de mi familia. Solo serán unos diez días de lejanía, dos mil setecientas millas y tres horas de desfase horario, pero nuestros corazones no entienden de distancias ni de tiempo.

¡Vaya! Ahora entiendo por qué papá no aceptó volver a Colombia sin mamá. A él nunca le interesó que su familia lo desheredara ni le volviese a dirigir la palabra durante años por haber rechazado asumir un puesto en el imperio empresarial que los Córdova tenían en esa época. Ambos prefirieron disfrutar de las adversidades de la vida juntos.

Yo siempre supe que con Jö nunca existiría distanciamiento. Estudiaríamos en la misma universidad, quizá carreras distintas, pero al graduarnos nos casaríamos para jamás pensar ni por una milésima de segundo "¿qué se sentirá estar lejos de la otra mitad de tu corazón?". La vida decidió cambiar las reglas de juego, pero ahora estoy descubriendo el proceso de extrañar a quien amas.

El sueño me consumió a mitad de la película animada de "Una Navidad con Los Picapiedra". ¡No! Ya no hubo esa larga conversación que teníamos pensada recitarnos toda la noche hasta que el sol asomase sus débiles rayitos dorados ante la inclemencia de la nieve. Creo que no soñé nada con sentido pues apenas al abrir mis ojos, el corazón casi se me sale por la violencia con la que golpeaba a mi pecho.

Estaba muy enojada conmigo misma por quedarme dormida. ¿Y nuestra hermosa charla? ¡¿Qué hora es?! Seis y media de la mañana. ¡Mierda! Eso explica por qué Chlöe no está en la cama. En días de semana entra antes de las ocho, y con estas malditas tormentas de nieve todo se retrasa. Me moría de ganas de gritar por mi mala suerte. Quizá romper la lámpara contra la pared. Pero hice lo más sensato posible: ¡salir disparada de la habitación!

Bajé saltando las escaleras sin pantuflas, muriéndome de miedo por dentro en caso encontrase una notita pegada en la puerta de la refrigeradora. Sin embargo, el aliento volvió en mí al verla haciendo yoga detrás de la puerta de cristal que conduce al jardín. No hice ruido unos minutos, simplemente decidí perderme en la lentitud y pasividad de los movimientos de sus brazos y piernas. ¿Me habría notado? Sus ojos seguían cerrados y lo único que brotaba de sus entreabiertos labios eran tenues exhalaciones.

No seré tu PrincesaWhere stories live. Discover now