35. Mi Chlöe

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Mi Chlöe

Casi de golpe fue que rompí con el estúpido beso que me acababa de estampar en los labios. El solo aroma a vodka me causaba náuseas, pero sentir su sabor entre mis encías me llevó a diez años atrás en mi vida. No tuve mucho tiempo para perderme en las escenas del accidente donde perdí a Jö, ya que Chlöe se había alejado unos pasos de mí y ahora sus ojos estaban inyectados de enojo sobre los míos. Agradecí no tener que seguir sosteniéndole la mirada por más tiempo. Chlöe cambió su atención de mi rostro hacia mi cuerpo, casi desnudándome con sus brillantes pupilas de miel derretida.

El aire se volvió denso hasta el extremo en que me dolía respirar mientras la noche seguía silenciosa y a media penumbra. Jamás imaginé levantarme una madrugada para encontrarme con la "chica de metal" completamente borracha. Lo último que pensaría es que esto es un sueño, lo más cercano a esa idea sería una pesadilla. Pero ¿cómo diablos se le ocurrió beber tanto? Aún mejor, ¿qué sucedió con Camila? Ella sabía perfectamente sobre la pelea que tuve con Chlöe esta tarde por culpa de Cristina, y cuando supe que se iría a beber con mi novia, la llamé para pedirle que la cuidase.

¡No entiendo nada!

Un segundo recorrido de sus ojos a lo largo de mis piernas, mi cintura, un salto hacia mis pechos y terminar aterrizando en los temblores que dominaban a mis labios fue suficiente para darme cuenta de que estaba equivocada. La señorita Müller no está tan pasada de copas como me lo imaginaba. Quizá está medianamente consciente de las cosas que está haciendo, pero la otra mitad de su personalidad está muy desinhibida. Mejor dicho: está con la cabeza caliente y cualquier locura es posible bajo la ausencia de las reglas.

- ¿Por qué... me rechazas...? -preguntó casi sin mover la boca, lentito, saboreando mi nerviosismo- ¿Acaso... ya no quieres a mis besos?

Me sentí atrapada ante su repentino movimiento para besarme otra vez. Intenté retroceder, pero mi mano izquierda casi tumbó un pequeño florero en la repisa del pasillo. Logré tomarla del hombro y contener su avance, pero ello pareció divertirla. Una sonrisa se dibujó en esos labios que tanto amo degustar cada mañana cuando nos saludamos, pero ahora mismo, lo último que anhelo sería tocarlos.

- ¿Acaso es un castigo...? Querías que desde el primer día saltase a tu cuello para comerte a besos... -rio unos segundos que me supieron eternos-. Eso es lo que tus princesas hacen contigo, ¿no?

- Chlöe, por fav... ¡Bastaaa!

Grité cuando su rostro volvía a arremeter para robarme un pico. Conseguí escaparme de esa prisión invisible que formaban sus brazos y la pared. Esta vez, tomé suficiente espacio para poder maniobrar si esto aún se podía volver en una pesadilla mucho peor.

- Tantas veces te lo he negado... pero ¿acaso no quieres hacerlo conmigo? ¿Qué diferencia hay entre la hija de la embajadora y yo? Hasta donde recuerdo, la vi desnuda entre tus brazos... ¡Ah! ¡Es eso!

Un profundo escalofrío me consumió los nervios cuando sus dedos bajaron de un tirón el cierre de su abrigo y con prisas intentaban deshacerse del suéter. Mi corazón palpitaba lleno de miedo, ya que jamás he tenido que manejar con una situación como esta. ¿Qué hacer? ¿A quién llamo para que me ayude? Lo único claro es que esta chica no es mi Chlöe, pero lo peor es que si ella está en esta condición es debido a mi culpa.

Me apresuro a tomarle de los brazos y evitar que continuara humillándose. Sin embargo, sucedió lo que mi mente me susurraba desde hace un rato.

- Ammm... ¡Sí! Si quieres tú me puedes desnudar... Así lo haces con todas tus princesas, ¿no? ¿Te gusta ser la chica mala que hace travesuras?

No seré tu Princesaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن