46. ¡Travesuras!

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Ni en el mejor de mis sueños podría haberme imaginado una escena tan hermosa e inesperada como la que Chlöe me está regalando. Olvidé cómo se articulaba un simple "sí". Ningún sonido se producía de mis entreabiertos labios que temblaban de emoción, pero quizá solo era mi imaginación la que me engañaba con que el tiempo se estaba dilatando. Apuesto a que solo ha transcurrido uno o dos segundos desde que mi novia me ha pedido matrimonio en medio del aeropuerto internacional de Washington DC, rodeada de cientos de personas desconocidas que se quedan atrapadas por el magnetismo del romance. Los celulares alzados, enfocando hacia aquí, nada me intimida ni interesa más que el universo destellante en los ojos de ella. En mi segundo intento de responder con la palabra que cambiaría nuestra vida para siempre, noté cómo su ligero suéter de canalé rojo vibraba a causa de las fuertes palpitaciones que emergían desde su enamorado corazón. El efecto fue de relax, pues mi Chlöe estaba igual de nerviosa que yo. Así tenía que ser nuestro compromiso matrimonial: inesperado, nervioso y nunca perfecto, ya que el amor llega cuando menos te lo esperas.

- Sí, amor, ¡sí quiero casarme contigo! -chillé a viva voz la última frase para que el mundo lo supiese-.

La oír respirar con dificultad mientras sus manos hechas de temblorosa gelatina hacían bailotear la sortija del parque hasta quedar perfectamente puesta en mi dedo anular.

Mis ojos de cielo sostuvieron el universo del suyo durante unos cuantos segundos antes de que cayesen en el símbolo de compromiso y amor verdadero que lucía con soberbia mi mano. Intenté contener las lágrimas, pero mis defensas se resquebrajaron al ver las gotitas de sal deslizarse por sus pálidas mejillas. Ninguna de las dos podía creer que todo esto estuviese sucediendo en verdad. Chlöe se enderezó y en automático salté para abrazarla fuertemente antes de echarme a llorar envuelta en un millón de emociones.

- Ana Paula, no llores -susurró con ternura-. Me gustan más tus sonrisas, amor -sus manos me habían tomado por la cintura, alejándome de a pocos hasta quedar frente a frente-. Ahora estamos juntas y nada lo cambiará porque TE AMO. Y no estoy dispuesta a pasar otro día más mi sirenita.

- Yo también te amo, Chlöe. Incluso, te amo tanto que no tengo forma de decírtelo...

Una pequeña sonrisa escapó de mi interior, pero esta fue acompañada de las suyas antes de volver a besarnos sumergidas en un océano de fervientes aplausos. No había vuelto a sentir una paz como esta desde el día del accidente en los acantilados de California. En aquellos últimos segundos imaginé que otra vez sería feliz porque me vería con Jö. Quizá no estuve equivocada del todo: he vuelto a ser feliz, aunque me tomó más días de los pensados.

Cuando acabó el beso más dulce de mi vida, me quedé quieta entre sus brazos, suspirando el embriagante aroma de sus cortos cabellos castaños movidos unos milímetros por la intensidad de mi aliento.

- ¿Vamos a nuestro hogar? -preguntó, provocando que el corazón se me volviese a acelerar-

- Sí, amor.

Chevy Chase se ha convertido en "nuestro hogar". Uno que construimos con bonitos recuerdos llenos de risas, lágrimas, unos cuantos gritos enojados, y miles de besos, pero lo más valioso que encierra es que allí nos enamoramos y aquel recuerdo nunca lo podremos olvidar.

Me moría de ganas de caminar de la mano con mi novia esos escasos cien metros que nos separaban del exterior del aeropuerto, pero mi media docena de maletas resultó ser un pequeño problema para ello. Además, entre el público que observó el momento más amoroso de nuestras vidas, también estuvieron algunos de mis seguidores que aprovecharon para felicitarnos a ambas con abrazos y sentimentales palabras. Para Chlöe no fue una molestia recibir estas "atenciones" por parte de personas extrañas. Incluso, creo que sucedió lo contrario pues las palabras de un chico emocionaron a Chlöe hasta las lágrimas una vez abordamos el taxi. "Gracias por hacerme creer de nuevo en el amor". Gran parte del trayecto, mi novia se la pasó describiéndome esas chispas de esperanza que había notado en la mirada del chico, como si este solo hubiese necesitado ver la felicidad en nosotras para saber que no desencajaba en el mundo.

No seré tu PrincesaWhere stories live. Discover now