39. En Familia

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¡Chlöe: la prejuiciosa!

¡Sí! Ese es uno de mis más grandes y peores defectos que aún me persiguen pese a los 28 años que llevo encima. Sin embargo, gracias a Ana Paula es que mi corazón está aprendiendo a no juzgar a las personas antes de conocerlas.

¿De quiénes hablo? Simple: los Córdova.

Supongo que el haber conocido a la Influencer con 30 millones de seguidores en todo su esplendor narcisista en los primeros meses en Washington dejó rezagos negativos en mi interior. Antes de tener la emotiva charla con Silvia, mi mente ideaba el modelo trillado de una familia estirada debido a todo el dinero que poseen. Incluso, llegué a pensar que la comida en la terraza sería algo muy "rígido" donde se guardan las formas debido a mi presencia y la de Rebecca.

¡Qué bueno que estuve equivocada!

Había olvidado lo que se sentía disfrutar de una tarde en familia -en el sentido más sentimental de la palabra-. El almuerzo había resultado ser un completo y hermoso alboroto. Martin y Ana Paula reían a viva voz hasta que las costillas les dolían debido a las anécdotas que su papá había empezado a contar sobre el último viaje que hizo con Silvia a Mykonos: una isla griega donde por tomarse una selfi perdieron el ferri de regreso a Atenas y acamparon en la intemperie casi toda la noche hasta que fueron "rescatados" por un guía. Pero a la vez, Silvia subía la voz para hacerse oír por parte de Rebecca que le contaba sobre la nueva planta que acababa de inaugurar la empresa donde esta trabaja como ingeniera industrial. Y si todo ello no era suficiente, la divertida música en español a todo volumen inundaba los escasos espacios silenciosos que se daban de vez en cuando entre tanto torbellino de voces, carcajadas y alegría familiar.

¡Obvio! Yo no me quedaba en silencio por mucho tiempo. Cada vez que tenía oportunidad hacía un comentario o me unía a las contagiosas risas de los hermanos. Aunque lo que más me encantaba era admirar la deliciosa combinación de griterío, desorden y naturalidad propia de una familia que se quiere. Estoy segura de que para cualquier de ellos esto es muy normal, solo un día común y corriente donde no se esfuerzan por parecer amables o divertidos, pero para alguien como yo -que ha pasado la mitad de su vida sin volver a tener estos momentos-, resulta ser una escena muy especial para mi corazón. Incluso, a mi novia la notaba más feliz que nunca, sus pupilas celestes tenían unos puntitos dorados que brillaban cada vez que sus ojos se achinaban de la risa. Nunca se lo dije, pero puse en duda cuando me decía que la "Ana Paula" de Instagram no era su verdadera faceta; hoy acabo de comprobar que nunca me mintió.

- ¿Te gustó el almuerzo? -me preguntó el señor Córdova, una vez que el sol había comenzado a ocultarse detrás del océano-

- Sí, muchísimo. Creo que nunca había probado una sazón como esta.

- No se lo digas muy seguido que mi esposo se lo terminará creyendo -exclamó Silvia en un audible susurro que generó otra ola de risas que acabó en un beso con su marido-. Él fue quien preparó las carnes, ya que yo quería engreír a mis bebés con su postre preferido.

- Nooo...

- ¡¿En serio, mamá?!

Gritaron los hermanos antes de quedarse con la boca abierta por la impresión. Rebecca y yo intercambiamos miradas divertidas al verlos como un par de niños. Silvia no dijo nada más, se limitó a dejar la terraza durante unos cuantos minutos hasta que regresó con una fuente en la que reposaba una especie de torta blanca con frutas incrustadas por todos lados.

- ¡Merengón! -chillaron Martin y su hermana al unísono casi dando un salto de emoción-

Darle una primera probada al postre fue suficiente para entender la reacción de mi novia. ¡Estaba riquísimo! El sabor dulzón del merengue combinado con los trocitos de kiwi y fresa hizo explosión en mi boca de principio a fin. Y no hubo mejor acompañante que oír las historias de infancia de los hermanos Córdova cuando querían que su mamá les preparara postres.

No seré tu PrincesaWhere stories live. Discover now