49. Alas de Ángel

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 - ¡Estás verde! ¿Acaso andas con nauseas?

Chilló mamá para alentar a que mis nervios desatasen una peor tortura de la que ya estoy viviendo desde hace más de una semana atrás.

- ¡Uy! Si las circunstancias fueran otras, diría que Ana Paula anda en la dulce espera, pero los culpables deben ser los nervios previos a la boda, Silvia -exclamó con gracia la pelirroja-.

- ¡Claro que estoy nerviosa! -chillé entre enojada y miedosa- Pero no sé por qué... Ni que Chlöe no aceptase casarse.

- Bebé, estás así porque dentro de unas horas tendrás uno de los momentos más importantes de toda tu vida. Lo que nos parecería extraño sería verte muy tranquila.

Si las palabras de mamá no habían sido suficientes, su abrazo terminó por sellar los temblores e inseguridades que circulaban por mi torrente sanguíneo desde esta madrugada. Debí haberme quedado dormida por puro cansancio biológico, pues estuve horas y horas pensando en los múltiples escenarios donde Chlöe y yo no llegamos a unir nuestro amor bajo la institución del matrimonio.

Sé que es tonto pensar en aquella posibilidad luego de tantísimas cosas que hemos enfrentado juntas en los últimos dos años. Pareciera que apenas fue hace una semana cuando nos conocíamos en una clínica española en medio de miradas asesinas que tardaron unos meses en derretirse hasta enamorarnos del universo en nuestros ojos. Además, hemos superado la difícil "prueba" de convivir en el mismo hogar por tantísimo tiempo que una vez casadas, ello no resultará ser un problema.

- Ya verás que todo saldrá bien, Paula. Ahora apúrate en salir de la cama que todos te estamos esperando para tu último desayuno como soltera.

¡Sí! Luego de dos años, puedo confirmar que la pelirroja tiene un lugar exclusivo en mi podio de mejores amigas pese a ser rivales bajo el agua. Verla tan tranquila esta mañana es un alivio para mi corazón que sigue palpitando como loco al solo ver la hora en mi celular. Supongo que dentro de unos meses tendré que ser yo quien la tranquilice, pues al final las cosas se dieron como siempre las imaginé: el tonto de mi hermano no le pidió matrimonio, sino ella a él. ¡Y claro que Martin aceptó!

No sucedió nada que exacerbara a mis ánimos durante el insípido desayuno que comí al lado de mi familia. La razón es que estuviesen horribles las tostadas con miel o la ensalada de frutas con yogurt, sino que mi mente estaba en la Luna. ¿Cómo habrá amanecido Chlöe? ¿Y si se arrepintió? ¿También estará nerviosa como yo? ¡Pero si ella es la chica con temple de acero! Millones de preguntas sin respuestas, aunque podría conseguirlas con una sola llamada, pero ello le quitaría la gracia a lo inolvidable que será este día lleno de anécdotas que recordaremos para siempre.

Juntas habíamos decidido que nos distanciaríamos el último par de días antes del matrimonio, pues con ello aumentaríamos la emoción. Faith se quedaría al cuidado de Chlöe en mi casa de playa acompañada de las Ivanova. Así que ambas tendrían compañía, mientras yo disfrutaba de mi soltería "legal" al lado de mi familia.

¿Buena o mala idea? ¡Quién sabe! Lo cierto es que el tiempo pasó volando sin que apenas lo sintiese. Primero fue la sesión de belleza que recibí en casa -confirmé los comentarios de mamá sobre que mi rostro lucía verde y enfermizo- donde el maquillaje ocultó las malas noches que he pasado y terminé encantada por el peinado que recogía mi cabello en un moño. Incluso, una sonrisa brotó de mis labios al recordar que Chlöe se dejó crecer el cabello para cumplir mi capricho de ver su larga melena castaña flotar sobre la brisa marina. Luego llegó la hora de enfundarme el vestido de playa que fue víctima de tantos cambios de estilo en los últimos meses. Al final me había decidido por algo más acorde a mi glamour: encaje y escote corazón en un vestido blanco con cola. No me atreví a publicar ni una sola foto en mi Instagram, luego lo haría, primero necesito asegurarme de que todo saldrá bien este mediodía de agosto.

No seré tu PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora