WITCH SWAN| H.p y Crepusculo.

04

—¡CAPÍTULO CUATRO!
El árbol del ahorcado.

Harper a mediados de noviembre cuando la nieve empezó a caer, dos meses luego de su llegada a esa casa, pasó de tenerle miedo a lo que había fuera a sentir curiosidad, seguía escondiéndose en el sótano y quedándose tan tensa y quieta cuando llegaba algún amigo de los adultos, pero no evitaba que cada vez que podía se asomara a la ventana a ver las calles de la reserva.

Había algo que la llamaba de las afueras, quizá el estar devuelta encerrada, aunque no fuera en una tumba bajo metros de tierra, el sótano se sentía igual, aunque solo estuvo consciente de la tierra que la rodeada en Inglaterra por dos días, pero sabía que era mucho más tiempo que ese.

Se preguntó también si alguien la buscaría ahí afuera, quizá donde salió de la tierra, no lo sabía, pero tampoco le daba muchas vueltas, estaba muy bien con Theo y Itza para arruinar todo, solo por simple curiosidad.

Miró la puerta al frente de ella, sabía perfectamente que estaba sin llave y no creía que Itza o Theo le dijeran algo por salir a dar una vuelta, llevaba dos meses encerrada, quizás les pareciera normal su sentimiento de agobio.

Por otro lado la pareja seguía muy extrañada, para los humanos no les era normal tampoco la forma en la que encontraron a la adolescente, ni que ni siquiera recordara su nombre o algo, algo para identificar a su familia en ese pueblo. Esta muy frustrados buscando noticias, algún aviso de "chica desaparecida" o algo por el estilo.

Abrió la puerta despacio, una oleada de viento frío la golpeó, no sintió el frío, aunque iba con una remera manga corta de estas bandas de las que Itzá le hablaba refiriéndose como sus favoritas.

Puso un pie fuera, dudosa.

La casa de la pareja como la recordaba el día que llegó hace dos meses estaba pintada de un color ladrillo, tenía un camino de piedras delante la puerta que dudosa Harper no tardó en seguir, lo gracioso es que era amarillo, la castaña recordó que "El mago de Oz" era el cuento favorito de Theo, le había contado el cuento por lo menos siete veces desde que estaba en esa casa, apostaba que las había puesto el a las baldosas amarillas aproposito. La historia contaba que Dorothy...

Borrón. Un nombre apareció en su mente como un viejo recuerdo:

«Dorothy McValler»

Miró frente a ella. La casa de los Blacks era algo sumamente curioso para ella, sabía quienes vivían allí, los observaba desde la ventana de la cocina cuando no había que hacer.

La mujer, Amybeth, una castaña de cabello rizado con piel color pálida y ojos verdes y Jacob, un hombre de cabello negro, piel bronceada y musculoso, quien se pasaba veinticuatro siete sin camiseta.

Itza le había contado que meses antes de que Harper llegara a la casa el padre de Jacob había muerto, lo más extraño es que Harper ya lo sabía, es más, lo supo desde la primera vez que piso esa casa, como si la información ya estuviera en su genética, en su cabeza.

Jacob estaba parado en la entrada de su casa, y no tenía buena cara.

—¡Oye tu! ¿Quién eres? ¿Y qué haces en la casa de Theo y Itza?— se acercaba a pasos rápidos y con postura desafiante.

Las palabras no sabían de la boca de la castaña, sentía que no podía hablar si no era con Theo o Itza. La castaña miró asustada a el chico del tatuaje y solo hizo lo que sabía hacer; correr.

Sus pasos eran rápidos, demasiado para un humano, su ahora largo y débil cabello golpeaba su espalda una y otra vez con cada paso.

—¡Oye chica! ¿¡Dónde vas corriendo!?— parecía que iba a imitarla, pero la adolescente se había perdido de su vista.

Se adentró en el bosque, no se asombró ni fascinó con su flora, desde luego, se había pasado días corriendo en bosques hasta llegar a América, bosques exóticos y llenos de abundancia que con su perfecta vista eran una obra de arte al lado de este, por lo que siguió corriendo, oyendo movimientos de hojas, animales y pasos.

Pasos.

Ahí es cuando se dio cuenta que no estaba más en la reserva.

Se vio media vuelta, observando el panorama.

Grito con una fuerza increíble.

Había encontrado un cadaver.

* * *

Se había subido ágilmente a un árbol y tambaleaba sus pies en el aire, se preguntaba que si se dejaba caer ¿Se haría un gran daño?

Levantó la vista.

Desde donde estaba todavía podía observar al hombre del pasamontañas, bueno, al que fue el hombre del pasamontañas.

Tenía una cuerda atada por el cuello y unos metros lo separaban del suelo, estaba colgando.

Recordó la película que vio el otro mes con Theo y Itzy, la saga de: Los juegos del hambre, donde había una canción sobre un árbol donde ahorcaban personas.

—Sera, sera, que al arbol vendrás. Qué por matar a tres, un hombre colgo en el. Ocurren cosas raras, pero extraño no a de ser.,porderte ver ahí al anochecer. Sera, sera, que al arbol vendras. Vámonos los dos a su amor dijo al morir. Ocurren cosas raras, más seria algo muy normal. Poderte ver ahí al anochecer. Sera, sera, que al arbol vendras. Ahí te pedí escapar y buscar la libertad. ocurren cosas raras, pero extraño no ha de ser. Poderte ver ahí al anochecer.

Sonrió con satisfacción, parecía una escena donde la canción encajaba perfectamente, no sabía porque.

Agudizó el oído. Pasos y pasos rápidos, la nieve se hundió junto a ellos.

Los ojos chocolate visualizaron unos ojos dorados extrañamente familiares.

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@RossieSFF