Capítulo Tres

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Rígido en su silla de madera, sin hablar.

Si Erick era un hombre terrible su padre multiplicaba por cinco su mal carácter.

— Entonces ¿Para qué has venido a perturbar mi tranquilidad? — Dejó de lado su trabajo, carraspeando la garganta antes de pedirle a su asistente que le hiciera llegar un vaso de agua, una excusa para sacarla de ahí y poder conversar a solas con su primogénito.

Y cuando estuvieron a solas, Erick se permitió reír en sus narices.

—Créeme, no es para preguntar por tu salud.

— Podré esperar muchas cosas de ti, pero eso jamás. Sé que todos los días te levantas rogando que se acorte el tiempo para que me veas dentro de una urna, pero tu odio solo me hace más fuerte.

Erick se encogió de hombros, no le dio la razón, pero tampoco negó lo que dijo.

— Lo que he venido a pedirte es que dejes de enviarme mujeres a donde sea que estoy, es molesto.

— Si eligieras a una señorita para establecer tu familia no sería tan molesto como piensas. — Dio un trago a su taza de té, necesitaba algún tipo de calmante para lidiar con su problemático hijo.

— Siempre estoy haciendo lo que me piden todos ustedes ¿Por qué no les dejas esa tarea a alguno de mis hermanos?

— ¿En serio quieres que le herede mi compañía a un actor de cuarta, un cantante o un modelo de prendas íntimas para caballero? Eres el único hijo decente que me queda desde que tu hermana decidió recorrer el mundo con esa tonta excusa de encontrar al amor de su vida. — Su ceño fruncido delató el estrés en su cuerpo. — Pero un hombre que cambia de mujer como de ropa interior no es digno de esta industria, si no te gusta ninguna de las mujeres que te he enviado dime cuáles son tus gustos y te haré llegar una en seguida.

— Ya sabes a quién quiero, padre.

— ¿Otra vez aferrándote de nuevo a esa interesada? ¿No le has pedido matrimonio ya tres veces y sigue rechazándote? A veces pienso que eres masoquista, Erick.

Lo siguiente en la escena fue su hijo golpeando la mesa del escritorio, cabreado. — Puedes hablar tan mal de mí como se te dé la gana, pero a ella ni la menciones. — Si las miradas asesinaran su padre ya habría caído al suelo, inerte. — Te estoy diciendo por las buenas que dejes de enviar mujeres a mi casa ¿Acaso la última chica que enviaste no te hizo saber de lo que soy capaz de hacerles? La de cabello castaño y ropa como de los ochenta.

— ¿De qué hablas?

— ¡No te hagas el tonto! La otra anoche enviaste descaradamente a una mujer a la habitación del hotel en la que me estaba hospedando ¡Siempre haces lo mismo! — Su padre estaba completamente empecinado en interferir con las relaciones de su hijo. — Gracias a eso los medios de comunicación explotaron rumores que creí habían quedado atrás, solo te estoy advirtiendo que la próxima vez no tendré compasión cuando se te ocurra hacer tal cosa.

— ¿Hablas de la noche en que desapareciste de la cena familiar para ir a visitar a esa mujer? — Erick asintió al escucharle, irritado. — ¿Crees que no tengo nada más que hacer que irrumpir una cena con la familia en el cumpleaños de tu abuela para enviarte a una mujer a la habitación donde seguro pensabas revolcarte con otra? Además, dadas tus descripciones coincidiste con una mujer ordinaria, jamás te enviaría tal cosa que denigre el apellido de la familia.

Por primera vez en su vida pareció sorprenderse, sin embargo, una mujer que no estaba relacionada con su padre de ningún modo era algo común de encontrar.

Erick se levantó de su silla. — Tendrás noticias mías en un par de semanas.

— Aun cuando no las espero siempre termino recibiéndolas.

Esposa del CEOWhere stories live. Discover now