Capítulo diecinueve

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Los rayos de sol mañaneros colándose por la ventana hicieron que abriera los ojos perezosamente, supo de inmediato que las cobijas verdes sobre su cuerpo no le pertenecían a ella, seguía adormilada mientras trataba de hacer memoria sobre dónde se encontraba, en una inmensa y cómoda cama con el otro extremo vacío y destendido.

Sí, definitivamente era la habitación de Erick.

No tenía nada de interés allí, además de un librero y un escritorio donde seguro llevaba sus deberes del trabajo a la casa, también un sillón junto a una lámpara sobre una mesita que de por sí traía un cenicero bastante usado, no había rastros de Erick por ninguna parte, pero el hecho de que su cama estuviera completamente desordenada le dio a entender que sí se quedó a dormir.

— ¿Dónde está? — Las sábanas se deslizaron por su cuerpo en el momento en que se sentó, cayendo sobre su regazo mientras analizaba un poco más el panorama.

Vio el traje formal de Erick colgando y nuevamente el sonido de la regadera, a excepción de eso todo lo demás estaba en un silencio casi perfecto.

Con pasos lentos e igual de callados se detuvo en el marco de la puerta entreabierta del baño, la cual terminó de empujar, Erick se sobresaltó al mirarla ahí, de brazos cruzados y con una ceja alzada. — ¿Planeabas irte sin decir nada mientras dormía? No sabía que eras de ese tipo, Erick.

— ¡No es así! — Contestó rápidamente ante la risita burlesca de Ana. — No quería despertarte, eso es todo.

— Podías hacerlo, estoy en tu habitación después de todo. Me sentiré como una prostituta a la que se le marchó el galán sin pagar si te vas así. — Podía ver cierto sentimiento de sorpresa en el rostro de Erick cuando lo enfrentó.

No era para menos, las veces anteriores que habían tenido sexo había permanecido con la cabeza baja y aceptado todo lo que dijera o hiciera solo porque se trataba de su jefe imponente y malvado.

Ahora ya no lo era, se veía más como un socio que necesitaba de ella urgentemente.

Tal vez podría sacar ventaja de eso luego.

— ¿Vas a trabajar hoy sábado? — No pudo evitar preguntarle desde el borde de la cama, viéndole prepararse para partir pronto.

— Me ha surgido una junta importante de último minuto, no puedo faltar. — Contestó Erick, mirándose en el espejo. — Estaré de vuelta tarde, no me esperes a cenar.

— Hablas como si alguna vez te haya esperado. — Suspiró, poniéndose de pie. Y aunque haya estado a punto de marcharse, hubo algo que necesitaba preguntar. — Erick ¿Conoces a una mujer con el cabello rojo? Me dijo antes que te informara que quería hablar contigo, ¿Es con ella con quien te reunirás?

Él se extrañó, negando un par de veces con la cabeza. — Tienes que ser más específica, hay muchas personas con el cabello rojo en el mundo.

— Por favor ¿Cuántas personas con cabello zanahoria natural podrías conocer? Deja de hacerte el desentendido. — Se atravesó en su camino para evitar que huyera, Anastasia sabía cuándo Erick buscaba la manera de huir de ella y su interrogatorio. — Una elegante mujer pelirroja me abordó cuando estaba esperando fuera de la oficina de tu padre y empezó a decir un montón de cosas raras.

— ¿cosas raras? ¿Qué clase de cosas raras podría decir?

Por la manera en que hablaba, como si tuviera curiosidad, Anastasia dedujo que él ya sabía a quién se refería, pero se rehusaba a decirle.

— No dejaba de insistir en que nos escondemos algo, estoy segura de que no era una simple trabajadora, Erick. Tú ya sabes a quién me estoy refiriendo ¿Por qué sigues sin decir nada?

Esposa del CEOحيث تعيش القصص. اكتشف الآن