Capítulo Cinco

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Si las miradas mataran Erick ya estaría metiendo su cadáver en la cajuela de aquel lujoso automóvil, podía verlo tenso, incluso había dejado de beber de su taza de café.

— ¿Disculpa? — Preguntó, como si hubiese escuchado mal.

— Dije que no, no voy a casarme con usted. — Respondió Anastasia, encogiéndose en su silla y con miedo de seguir hablando. — Usted es mi jefe, además yo ya tengo a alguien a quien amo y con quien espero casarme en un futuro.

— Piénsalo bien, yo puedo darte todo lo que quieras. Viajes al extranjero, automóviles del año, joyas, todo lo que me pidas te lo daré, solo necesito esto de ti. — Sonaba casi como una súplica, pero su rostro mostraba descontento. — ¿Qué es lo que pides a cambio de casarte conmigo? Lo pagaré.

La propuesta de Erick era sencilla: Necesitaba de una mujer a quien no amara y de quien estaba seguro que no lo amaría para realizar un matrimonio contractual y heredar la compañía de su anciano padre, quien se rehusaba a entregársela mientras estuviera soltero y siguiera cambiando de amante como de ropa interior, Anastasia Wilde era la candidata perfecta, no se atrevería a llevarle la contraria, aceptaría sus órdenes obedientemente, daba la impresión de ser una buena joven y podría manejarla a su antojo sin envolverse en una relación sentimental, no le importaba si ella lo odiaba, solamente necesitaba de su carácter dócil para las apariencias.

Pero el comportamiento que estaba adoptando frente a él no era en absoluto lo que se esperó, ella tenía el entrecejo fruncido, ofendida.

— No soy un objeto al que puedes comprar con algo de dinero, tengo más dignidad que eso.

— Todos tienen un precio, querida niña inocente. Así es el ser humano; Codicioso por naturaleza. — Erick la miró con cierta burla reflejándose en su mirada. — No necesitas amarme, tampoco te amaré, solo quiero que te conviertas en mi esposa, yo heredo la compañía, luego decimos que tuvimos altibajos en nuestra relación, nos divorciamos, recibes tu parte de los bienes que dividiremos y luego eres libre de hacer lo que quieras con el dinero y las propiedades que pondré a tu nombre en cuanto nos casemos y que solo se te entregarán cuando el matrimonio se termine.

— ¿Cree que soy estúpida? Es obvio que solamente me está diciendo esto para que yo acepte y luego no querrá soltarme. — Contratacó. Enojada, Anastasia se puso de pie y recogió su abrigo. — Muchas gracias por la taza de café, señor Russo. Pero Anastasia Wilde no se vende, espero que esto no arruine nuestra relación de trabajo y tenga por seguro que en un par de meses le presentaré mi carta de renuncia.

— ¿Estás segura de que eso es lo que quieres? — La manera en que lo preguntó la hizo sentir escalofríos, el tono de voz de su jefe estaba cargado con una emoción negativa que no pudo describir. — Entonces puedes regresar, nos veremos mañana a primera hora.

Ni siquiera tuvo la decencia de regresarla a casa en automóvil.

La imagen honorable que tenía del CEO Erick cayó en picada de manera repentina, ahora solo lo veía como el típico hombre que creía poder tener todo a sus pies simplemente por soltar algo de dinero.

El frío de una noche tempestuosa golpeó el rostro de Anastasia y se le coló hasta los huesos, no importaba si moría congelada ahí fuera o terminaba resfriándose por la inmadurez de su jefe al no aceptar la respuesta que le dio, estaba conforme con rechazarle, pero tenía un mal presentimiento sobre los acontecimientos que le vendrían encima y sacudirían su vida completamente.

Como siempre nadie salió a recibirla cuando llegó a casa, pudo escuchar las voces de su madrastra y su odioso hijo desde la cocina, Anastasia siguió de largo subiendo las escaleras, probablemente su padre estaba en su oficina adelantando el trabajo, no había nadie a quien pudiera contarle sobre su incidente, tampoco era como si quisiese hacerlo.

Esposa del CEOWhere stories live. Discover now