Capítulo once

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Las horas pasaban, interminables, a su parecer.

De tanto tiempo que llevaba sentada se le entumecieron las piernas, pero Gael le prohibía cualquier tipo de movimiento brusco. — Esta mascarilla rejuvenecerá tu piel y te verás como de treinta otra vez ¿No es maravilloso?

— Tengo veinticinco.

— ¿En serio? — Avergonzada, ella asintió. — Cielos, que jodida estás ¡Roxanne, necesitaremos más tratamientos rejuvenecedores! ... Y cera para depilar — Gritó a su asistente principal, quien salió corriendo a buscarlo. — Tranquila, niña, estás en buenas manos.

Esas ''Buenas manos'' eran lo que más le preocupaban.

Probablemente los gritos de Anastasia cuando le retiraban de golpe la cera traspasaban las paredes y se escuchaban por todo el edificio, múltiples veces habían entrado guardias de seguridad confirmando que no estuvieran asesinando a alguien allí.

— ¿Y cómo es que Erick decidió casarse contigo? — Preguntó Gael de la nada, mientras le limaba las uñas de una mano. — No me digas ¡¿Estás embarazada?!

— En absoluto.

— Hasta ahora juraba que así era. — Le escuchó suspirar, con los ojos cubiertos por rodajas de pepino no podía mirarlo. — Es decir, no te ofendas, pero he conocido a sus esposas anteriores y cada una de ellas era más bella que la anterior, eran como muñecas de porcelana que lo traían comiendo de la palma de la mano. — Comentó — Nunca supe qué les vio, todas eran unas perras arrogantes con silicona en el cerebro, pero yo nunca te dije esto, capisci?

Ana asintió, de un momento a otro había conseguido a alguien que podría brindarle la información que necesitaba para conocer en qué pensaba Erick. — ¿Erick ha estado casado varias veces entonces? ¿Por qué fracasaron sus matrimonios? — Preguntó, fingiendo desinterés.

Gael no le respondió, Ana vio cuando le apuntó con un par de tijeras para cortar cabello. — Yo nunca te dije eso ¿Ok? Si llegas a hacer algún comentario al respecto lo negaré y te destruiré por completo.

— Por supuesto, pero es algo normal que tenga curiosidad. — No se rindió al ser rechazada una vez, insistió. — Es decir, si voy a casarme con él mínimo debería saber por qué se divorció de sus otras esposas para no cometer el mismo error que ellas ¿No cree usted?

— Eres una mujer astuta, me caes bien. — Se rió, cruzándose de brazos. — Por desgracia Erick odia hablar sobre sus matrimonios fallidos y como ya sabes tiene un carácter de mierda.

— Dímelo a mí. — Masculló Anastasia.

Regresó a hundirse en la silla con aburrimiento.

— ¿Ves todo esto? — Gael sujetó un mechón de su cabello, enseñándoselo frente al espejo. — ESTO es una aberración, ¿Y sabes qué se debe hacer con estas aberraciones? Decirles adiós, ciao Capelli!

Automáticamente el sonido de las tijeras haciendo su trabajo la hicieron inquietar, nunca antes había dejado su cabello a manos de un estilista, no tenía tiempo o dinero para darse esos lujos, y sin embargo ahí estaba, siendo atendida por el mejor estilista de todo el país y quizás de todo el mundo.

La habilidad de Gael se reflejaba en la concentración de su rostro cuando le cortaba el cabello y la manera habilidosa en que usaba el secador y la rizadora de pelo, no la dejó mirarse en el espejo mientras hacía su trabajo, en ningún momento habló más que para dar órdenes a sus asistentes y aprendices, las cuales no eran pocas.

— Lo sabía, debajo de esas ojeras, cabello rebelde y piel seca tienes un encanto natural, no hay necesidad de opacarlo con tanto maquillaje. — Miró su sonrisa mientras le aplicaba un labial de color suave. — Solo necesitamos resaltar tus facciones y dejar que haga su magia. — Todos los presentes la observaron cuando Gael se apartó de ella tras haber terminado, sin embargo, detuvo a Anastasia cuando intentó levantarse. — ¿Qué crees que haces? ¡Falta lo mejor todavía!

Esposa del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora