Capítulo trece

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Esa simple pregunta fue más que suficiente para que la criada se llenara de cierto pánico, no quedándole más opción que ceder las llaves para ahorrarse problemas. Sin embargo, los oídos de Erick atravesaban paredes, por lo que Anastasia –Pese a no haber hecho nada- no sabía que aquella sería la última vez que vería a aquella mucama.

Erick estaba ahí dentro de la habitación, en un enorme sillón con un cigarro en la mano, un vasito de tequila en la otra y los ojos cerrados.

— ¿Qué te trae por aquí? No sé si te habrán hecho llegar la noticia de que estoy cansado y no quiero recibir a nadie, así que, sé buena y márchate ahora.

— Deja de usar pretextos para evitar tener que enfrentarme, sabes perfectamente a qué vine hoy. — No era momento de retractarse y salir corriendo, Anastasia debía ser valiente. — ¿Por qué soy la única persona que no sabía que la boda será este fin de semana?

— ¿No lo sabías? Mi error, pues ahora ya lo sabes ¿No? Retírate.

— ¡Solo hiciste eso porque te enojó el incidente en el restaurante! — Erick se levantó, apagó el cigarrillo en el cenicero y, con las manos tras la espalda se fue acercando al pequeño gatito que pretendía ser un león. — Pudiste haberme avisado, al menos ¿No se supone que soy yo la novia? ¿Por qué siempre tienes que actuar a mis espaldas?

Anastasia fue retrocediendo los pasos que Erick ganaba al acercarse a ella.

— No sabía que necesitaba pedirte permiso para hacer las cosas. — Él la sujetó del mentón alzando su rostro para hacer que le mirara cuando la espalda de Anastasia chocó contra la pared de su habitación. — No soy un hombre al que puedes venir a molestar cuando quieras, lo sabes perfectamente y aun así no dejas de hacerlo, me pregunto por qué.

— Si tan solo me dijeras lo que piensas esto no sucedería. — La poca confianza que había conseguido reunir se vio afectada cuando el aliento de Erick se entremezcló con el suyo. — ¿No necesitas llevarte bien con la mujer que será tu esposa?

— Alguien tan inocente como tú no querría saber lo que piensa una mente tan retorcida como la mía. — Sintió su pesado suspiro cuando dejó caer la frente y la apoyó en el hombro de ella, Erick soltó la cinta que amarraba su ropa con una sola mano. — ¿Por qué no traes más ropa debajo? ¿Acaso viniste a seducirme?

Un aroma a tequila llegó de pronto a las fosas nasales de Anastasia, quien estaba completamente expuesta ante él. — Estás borracho, ya vete a dormir.

Aquellas grandes y para nada temblorosas manos se apropiaron de su cintura, eliminando por completo la escasa distancia que hasta el momento los había mantenido separados. La tela que la mantuvo cubierta se deslizó por su piel y terminó cayendo al suelo. — ¿Qué es lo que quieres? — Preguntó casi en un susurro, Anastasia se vio incapaz de apartarse. Tampoco supo responder. — ¿Cuánto pides para quedarte conmigo?

— Que admitas que me necesitas, eso quiero. — Él se silenció en cuanto Anastasia mencionó aquello. — Si no puedes hacer algo tan simple como eso entonces este matrimonio fraudulento no funcionará.

— No necesito que funcione, solo que sea legal. — Mencionó, sujetándola de los hombros para tomar impulso y separarse de ella.

— Entonces quiero que hablemos de negocios.

Al escucharla se detuvo en seco, dándole la espalda. Sacó una botella de whiskey y la puso encima de una pequeña mesa junto a su sillón, sirviéndose en un vaso de vidrio con hielos y sentándose, de un momento a otro su rostro se enserió, Erick no jugaba con los tratos.

— Hablemos de negocios entonces. — Accedió con una media sonrisa, cediéndole el permiso para hablar al verse incapaz de llevarle la contraria a la determinación de aquella peculiar mujer.

Esposa del CEOWhere stories live. Discover now