Capítulo nueve

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— Por favor, señorita, debe salir y comer algo. — La voz llamándola del otro lado de la puerta sonaba preocupada, a Anastasia ni siquiera le importó. — Ya ha pasado una semana desde que llegó aquí y no ha salido de su habitación, podría enfermarse.

— ¿Una semana? — Levantó perezosamente la cabeza de la almohada, contemplando de nuevo las desconocidas paredes color melón. — El tiempo sí que va más lento cuando estás en el infierno.

— No diga eso, el señor Russo se ha encargado de usted desde que llegó.

— ¿Cuánto fue? — Anastasia abrió la puerta.

— ¿Disculpe? — Preguntó de vuelta la mucama, Emily, a quien habían asignado como cuidadora.

Anastasia no retrocedió. — Quiero saber cuánto te pagó Erick para que dijeras eso.

Emily era una mujer joven, con un bonito cabello castaño ondulado, debía tener serios problemas financieros si terminó aceptando trabajar como mucama de alguien casi contemporánea a ella. — No hizo tal cosa, señorita. — Suspiró, tratando de extender la bandeja con comida hacia Anastasia, quien la rechazó de nuevo solo con la mirada

Por supuesto, era obvio que no lo admitiría.

— No tengo hambre.

— Pero se va a enfermar si...

— ¡Dije que no tengo hambre! — Azotó la puerta al volver a cerrarla.

Erick no había intentado nada más desde que la llevó a su casa luego de comprarla como a una propiedad cualquiera, tampoco era como si quisiese verlo, seguía en estado de shock luego de ser vendida por Axel y llevada a la fuerza a donde sería su nueva casa, bajo el mismo techo que su jefe.

Estaba loco si creía que se quedaría ahí de brazos y se casaría con él.

* * *

— ¿Todavía no sale?

Emily negó. — Dice que se morirá de hambre si es necesario para salir de aquí.

— Deja su comida en el refrigerador. — Erick miró la copa de su vino tinto y el otro extremo vacío de la mesa con notoria indiferencia. — La necesito con vida, asegúrate que no muera de hambre. — Tras levantarse de la silla la siguió de largo. — Dijiste que le diera su espacio y naturalmente se adaptaría ¿Por qué aun no lo hace?

— Debe comprenderla, señor. — Respondió Emily. — Usted le tendió una trampa para traerla aquí en contra de su voluntad sin tomar en cuenta sus sentimientos o lo que opinaba al respecto, es natural que no quiera ni siquiera verle la cara.

— ¿Siempre eres tan directa con lo que dices? — Se echó de mala gana en el sillón. — Si no necesitara de ella ya la hubiera echado a la calle.

— ¿Y por qué no trata de tener un gesto con la señorita? Justo ahora ella lo ve como el enemigo, si tiene un detalle para con ella tal vez de esa manera se gane un poco de su confianza.

Erick se lo iba a pensar.

* * *

Anastasia estaba mirando el techo alto de aquella habitación, probablemente costaba más que toda la casa donde solía vivir. Estaba bien decorada, era la única habitación que no estaba vacía o llena de cajas y polvo. Todas sus pocas pertenencias estaban también apiladas en un rincón, dentro de cajas.

Ni siquiera sabía dónde ponerlas, el armario de la habitación estaba lleno de ropa nueva y de mejores marcas.

Igual que los zapatos, no había lugar para unos viejos y gastados tenis dentro de una colección tacón de aguja de diseñador.

Esposa del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora