Capítulo veintitrés

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— ¿Recuerdas todo lo que ensayamos? — Anastasia permanecía en un silencio absoluto, arreglando la corbata de Erick solamente como un señuelo para cubrir la conversación que tenían.

— Nos conocimos en tu reunión de bienvenida a la empresa, yo estaba un poco pasada de copas y me ayudaste a regresar a casa... Mantuvimos el contacto gracias a que necesitabas una secretaria y yo apliqué para el puesto. — Contestó de manera monótona. — Luego de eso todo fue un paseo por la villa del amor y la felicidad tan maravilloso como un cuento de hadas

— Omitamos la parte donde eres sarcástica. — Comentó. — ¿Mi nombre completo cuál es?

— Erick Alexander Russo, estás llegando a los treinta años, no eres amante de las cosas dulces en particular, ni de los animales, tu pasatiempo favorito es ver sufrir a las personas que te rodean y empujar abuelitas por las escaleras.

— ¡Anastasia, sé seria! Arruinarás mi reputación si abres la bocota tan libremente. — La interrumpió de inmediato. — ¿Puedes tomarlo en serio? Esto es importante para los dos, es mi última oportunidad y si ellos no se tragan el cuento de que somos una feliz pareja todo mi duro esfuerzo habrá sido en vano ¿Lo comprendes?

Anastasia le apartó las manos cuando él la sujetó de los hombros. — Por supuesto que lo entiendo. — Contestó con seriedad en su rostro. — Lo único que no entiendo es por qué estás actuando como si lo de ayer no hubiera sido nada.

Desde el momento en que despertó y no vio a Erick al lado suyo empezó a sospechar, volvió a paralizarse creyendo que había ocurrido la misma situación por segunda vez, pero no fue así. Al poco tiempo él salió del baño y le ordenó prepararse para la cena de la noche, sin más, no le dio explicación alguna y se marchó.

— Porque no ocurrió nada.

— ¿Encontrarte a punto de morir ahogado e intoxicado es nada? ¿Debo recordarte todas las veces que te levantaste vomitando durante la madrugada? Pensé que ibas a morir. — Y sin embargo cuando se despertó la habitación estaba completamente limpia, como si nada hubiera pasado en realidad. — No entiendo por qué no confías en mí, yo podría...

— ¡No puedes ayudarme, Anastasia! — Alzó la voz de manera abrupta. — Ni tú ni nadie ¿Lo entiendes? — Erick se tranquilizó respirando hondo al ver que había empezado un escándalo. — Solamente yo puedo solucionarlo, así que no interfieras en donde no te llaman.

Ella atinó a asentir, pensativa. — ¿Haces todo esto por esa tal Raquel? — Vio a Erick paralizarse en su sitio, sorprendido. — ¿Es por ella?

— No sé de lo que estás hablando... — Evitó el tema, mirando la hora en su reloj. — Hay que irnos o se nos hará tarde.

Anastasia lo detuvo en el camino.

— No necesitas mentirme, vi el colgante el día en que estaba en tu sótano y lo conservé. — Añadió, juzgando por la reacción de Erick había dado en el clavo, lo que le permitió seguir hablando. — No le he dicho a nadie más, ¿Lo ves? Y si tú quieres reencontrarte con ella puedes hacerlo. Yo te ayudaré a que puedas encontrar al amor de tu vida, confía en mí. No necesitas pretender ser feliz con una mujer a la que no amas pudiendo serlo con el amor de tu vida.

— ¿De qué diablos estás hablando ahora? — Erick alzó una ceja, confundido.

— Voy a reunirte con Raquel, se ve que la amas demasiado y estás tratando de ahogar tu soledad y llenar el vacío que ella dejó con mujeres y trabajo duro, pensar en ella te da ansiedad y no te deja dormir. Es por eso que debes volver a su lado, por lo que vi ella también te sigue amando, así que ustedes aún pueden darse una oportunidad.

Esposa del CEOWhere stories live. Discover now