Capítulo Cuatro

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— ¿A esto le llamas café? Sabe asqueroso. — Anastasia mostró su sonrisa fingida tanto como pudo, incluso cuando Erick arrojó la taza de café y la estrelló contra la pared cercana a ella, haciendo que palideciera del susto.

Por los momentos ella pensó en pretender no saber nada del asunto, si alguien preguntaba negaría haber visto algo, pero al día siguiente el humor bestial de Erick se intensificó contra ella. Justo igual que una persona que acaba de ser descubierta.

¿De verdad la habría notado?

— Entonces iré a preparar uno que sepa mejor. — Anastasia haría cualquier cosa con tal de salir de ahí.

Pero él la detuvo. — ¿Cuántos años tiene, señorita Wilde? Se ve como una mujer joven.

— Veinticuatro años, señor. — Respondió, un poco extrañada.

Erick revisó papeles, acomodó engrapadoras y tomó un lápiz con el que jugueteó.

— ¿Tiene algún tipo de pasatiempo favorito? — Preguntó de la nada, atrayendo la atención de Anastasia a esos brillantes ojos que parecían querer degollarla. — ¿Le gusta observar personas a escondidas, por ejemplo?

Por supuesto que la había visto.

— ¿Q-qué? — No encontraba palabras para defenderse siquiera. — ¡Fue un accidente! Había olvidado mi agenda y tuve que regresar y la puerta estaba abierta cuando yo la había cerrado y resultó ser que...

— Detente. — La calló. — ¿No quieres gritarlo a los cuatro vientos, mejor?

Anastasia se disculpó, comprendía por qué su jefe estaba tan irritado, tener a una completa extraña conociendo uno de tus secretos y que podría usar esa información en tu contra podía ser frustrante.

— No tiene que preocuparse, señor Russo. — Él la miró extrañado — Voy a pretender que no he visto nada, y si alguien me pregunta si escuché ruidos diré que fui yo al no encontrar mi agenda ¿Le parece bien?

Se avergonzó de lo que dijo cuando él se comenzó a reír, como si le hubiesen contado el chiste más gracioso de todo el mundo.

— Usted es una mujer interesante, señorita Wilde.

* * *

7:30pm en un restaurante local.

La cena transcurría sin sobresaltos, era de las pocas oportunidades que tenía para contactar con Diana y poder hablar en privado.

Aquel sería el último intento por parte de Erick.

Diana estaba ahí, justo en frente de él, por alguna razón se sentía nervioso al grado en que las manos comenzaban a temblarle de manera imperceptible, sin embargo, su postura rígida y formal permanecía intacta.

Siempre supo que Diana no solamente robaba miradas, también suspiros, ella misma usaba su propia belleza como arma mortal dentro de la industria del modelaje, con su apariencia angelical había conseguido captar la atención pese a que no era lo suficientemente popular como para hacerse reconocida mundialmente.

— ¿Cómo han estado las cosas contigo y tu trabajo?

Ella suspiró — Muchas cosas han cambiado, todavía me falta mucho para convertirme en una actriz profesional y recorrer los escenarios del mundo. Mientras tanto tengo que esperando a que la señora que acapara la caja registradora en el súper decida si va a comprar pan de trigo o de linaza mientras los demás clientes pierden la paciencia. — La pobre chica se dejó caer de mala gana sobre la mesa tras dar un trago al vino que descansaba en su copa. — Espero poder renunciar pronto.

Esposa del CEOWhere stories live. Discover now