Capítulo treinta y siete

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— ¿Sabrás llegar hasta el lugar? — Anastasia asintió, pensando detenidamente en la dirección. — Te recogeré justo allí, así que no llegues tarde... Y una última cosa, no puedes decirle a nadie sobre nuestro pequeño encuentro.

La mirada de Lucien se tornó completamente seria, haciendo que Anastasia pusiera una mueca en el rostro. — ¿Y qué pasaría si decido no mantenerlo en secreto?

— La respuesta a eso es muy fácil... — Contestó, señalando hacia el interior de su boca. — Me aseguraré de que no seas capaz de volver a contarlo.

Anastasia sintió escalofríos cuando vio que apuntaba a su lengua.

— Está bien, mantendré mi boca cerrada al respecto.

— No lo veas como una amenaza, querida. Es solo que las personas que saben demasiado sobre ciertas cosas y deciden asumir el riesgo de soltar la lengua ni siquiera merecen tener una dentro de la boca ¿No te parece? E incluso estaría siendo bastante indulgente.

Él sonrió con la misma simpatía que había estado mostrando desde el momento en que se conocieron por primera vez.

— ¿Y si decido rechazar tu petición?

— No pasará nada, bueno... Además del hecho de que Edith, quien justo ahora te está pisando los talones te rebasará y arrebatará todo lo que has logrado hasta ahora. Por no mencionar que no podrás responder las preguntas que todavía sigues haciéndote a pesar de que confías tanto en Erick ¿Verdad? — Preguntó con el sarcasmo latente en su tono de voz. — Te iré a buscar a ese lugar, si no estás allí a la hora que acordamos haré de cuenta que has rechazado mi petición. No planeo esperar por ti ni siquiera un minuto.

Con ese mismo tono de voz repentinamente áspero y tosco Lucien dio la vuelta y se marcó, dejándola con la advertencia puesta sobre la mesa.

Un temor repentino surgió de repente que hizo estremecer sus entrañas: La idea de que Lucien solamente usaba una máscara amigable cuando estaba por hablar con ella y que bajo ella ocultaba el rostro del verdadero demonio que causaría sus futuros dolores de cabeza.

Dejó de lado sus pensamientos cuando la silla de ruedas desapareció en algún punto del camino desolado cuando no le prestó atención, la manera en que Lucien siempre aparecía de la nada y se esfumaba repentinamente no dejaba de inquietarla, como una presencia sombría que estaba ahí solamente para atormentarla.

Y era ella quien debía decidir si hacerle caso o no.

*   *   *

La entrega llegó tardía a las manos de Erick, Anastasia no se permitió ver el contenido del cofre por respeto a la intimidad que Erick tanto apreciaba, confiaba en él, estaba segura de que podía hacerlo. Pero seguía habiendo una alarma en su cabeza que la ponía a la defensiva.

— Es inútil, Erick esto no demuestra nada. — Durante la junta repentina Hunter fue el primero en dejar caer los archivos. — Solo son montones de fotografías mal realizadas y una piedra que encontró tu esposa en el fondo del océano, nada de esto comprueba que Máximo siga vivo.

— Sé lo que vi, Hunter. No estoy volviéndome loco. — Erick sujetó de vuelta el anillo reconstruido a partir de la piedra brillante que Anastasia recogió durante su paseo en velero. — Te juro que esa zona se ha recorrido millones de veces y no estaba ¿Cómo pudo llegar tan de repente?

— ¿Corrientes marinas, quizá? — Hunter tomó asiento de mala gana, aceptando el hecho de que no saldría temprano de allí. — Erick, te has empecinado en buscar a Máximo desde el momento en que el océano se lo trago ¡Casi van a pasar diez años! Es momento de que aceptes su muerte y lo dejes ir, has hecho todo lo posible por buscarlo, incluso pegaste folletos propagandísticos y gastaste millones en anuncios en televisión y radio. Si de verdad hubiera perdido la memoria como crees ¿No piensas que habría regresado al ver que lo buscan con tanta insistencia? O si alguien más lo hubiera visto te lo hubiera reportado a cambio de la cuantiosa recompensa que ofreciste... ¿Entonces por qué?

Esposa del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora