Capítulo treinta y seis

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— ¿Se puede saber por qué llevas esa cara? — Apollo se giró hacia Edith en el asiento del copiloto de su convertible, ella se cruzó de brazos, negándose a responder. — Te he comprado todo lo que has pedido sin chistar ¿Entonces por qué estás tan disgustada?

Los montones de bolsas de compras estaban ocupando su propio lugar en la parte trasera del vehículo, pero aun así Edith tenía la sensación inminente de que algo más le faltaba.

Algo más que ropa y cosas bonitas.

Algo más que Apollo complaciendo todos y cada uno de sus caprichos.

Algo más que la envidia de las personas cuando la veían pasar.

— Esto no es lo que quiero, ¿Por qué no puedo tener lo que quiero? — Se hundió de mala gana en el asiento del copiloto con frustración. — No es suficiente ¡No quiero nada de esto!

Apollo miró a Edith quitándose el sombrero y apretándolo con ira entre sus manos, lanzándolo al suelo del vehículo. — Edith, cariño... Tú puedes decirme qué es lo que quieres, sabes que yo haría lo que fuera por ti ¿Hay algo que te está molestando?

— Tú no eres capaz de hacer nada, maldito inútil. — Contestó cortante. — No tienes ni la más mínima idea de cómo hacer feliz a una mujer.

Apollo, con desesperación tomó su mano. — Por favor, dime qué es lo que quieres... No me gusta ver a mi pequeña princesita tan malhumorada.

— Lo siento, Apollo... He perdido la compostura. — Ablandó su tono de voz, haciendo una mueca triste. — Estos días han sido tan difíciles para mí, yo... Es esa mujer que se ha encargado de mal ponerme en frente de todos diciendo mentiras... ¡Expuso un video sobre mí en televisión internacional! Yo solo estaba hablando con Erick y su padre, entregándole las fotos del evento para los niños huérfanos y le pedí el pequeño favor de que ayudara a participar a mi sobrinita enferma, ahora todo se ha malinterpretado y me toman como a una villana. Es culpa de esa mujer, no puede soportar verme siendo exitosa a una edad tan corta y quiere deshacerse de mí a toda costa. — Levantó la mirada.

Apollo se conmovió al ver las lágrimas inundando las mejillas de Edith. — ¿Y por qué no te alejas de ella?

— Porque es mi amiga y aunque me haga cosas tan horribles yo la quiero. Apollo, tú me conoces desde que era una niña y mendigaba en las calles ¿Acaso me crees capaz de hacer algo así?

— Has pasado por tantas cosas y aun así tienes un corazón tan hermoso, no te preocupes. Todo estará bien... — Murmuró, secando sus lágrimas con los dedos. — Aquí me tienes para defenderte.

Edith le sonrió. — Gracias, me siento mucho mejor ahora.

*   *   *

Anastasia sintió un escalofrío recorriéndole las vértebras.

— ¿Sucede algo? — Erick se giró hacia ella cuando la vio paralizarse a mitad de camino.

— No pasa nada, es solo que siento que he tenido un mal presagio. — Respondió, dándose prisa.

— Tal vez solo sean los nervios.

Anastasia también esperaba que fuera eso.

Inhaló hondo y exhaló poco antes de entrar al automóvil, no sin antes mirar su vestido negro en el reflejo de la ventanilla polarizada del vehículo.

El día del aniversario fúnebre de Máximo Russo llegó más rápido de lo esperado, igual que la calma antes de la tormenta los problemas alrededor de ellos parecían haberse detenido por completo, no había escuchado nada acerca de Edith o su embarazo, por lo que no vio la necesidad de obligar a Erick a recordar cosas en ese momento, Anthony tampoco había hecho acto de presencia, ni se había mencionado nada sobre el ladrón de las llaves del búnker.

Esposa del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora