Capítulo diez

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Sostenía con fuerza su muñeca, debajo de ella solo estaba el vacío que la llevaría a una muerte segura. — ¡Erick, No me sueltes! — El grito ahogado salió de su garganta, viendo a su ex jefe al borde de la ventana con una inusual expresión angustiada, sujetándose de la pared para evitar que su peso lo jalara también.

— ¡¿Ahora sí tienes miedo de morir?! ¡¿Qué creíste que iba a pasar si te caías?! — De no haber sido por su agilidad al atraparla ni siquiera hubiera tenido oportunidad de escuchar su regaño. Erick continuaba sujetándola con fuerza, tratando de alzarla. — ¡¿Por qué pesas tanto?!

Anastasia decidió ignorar su orgullo herido por el comentario.

— Escúchame bien, a la cuenta de tres voy a soltarme para sujetarte con ambas manos y voy a tirar de ti ¿De acuerdo? Trata de dar tu mejor esfuerzo también.

Solo había dos opciones: Uno: que funcionara correctamente y sobreviviera

Y dos: que su peso halara de él hacia abajo y terminaran los dos hechos puré.

— Uno. — Anastasia tragó en seco, apretándose del agarre a la muñeca de Erick. — Dos. — Podía verlo sudando frío, era consciente de que su vida también peligraba. — ¡Tres! — Tan rápido como se soltó de la pared perdió equilibrio al sujetar a Ana con las dos manos y la mitad superior de su cuerpo estaba afuera de la ventana, deslizándose.

Tan pronto como eso sucedió tiró de ella con la fuerza suficiente como para que su otra mano se sujetara del marco y le ayudara con el impulso para subir, usando todas las fuerzas que no sabía que tenía en los brazos.

Las manos de Erick fueron escalando por su brazo conforme tiraba de ella hasta el punto en que la rodilla de Ana alcanzó afincarse sobre el marco de la ventana y el impulso de un último tirón la llevó de regreso al suelo dentro de la habitación de él, haciéndola perder el equilibrio y que al final terminara golpeándolo al caer sobre su cuerpo.

— ¡¿Acaso estás loca?! ¡¿Qué hubieras hecho si yo no hubiese estado aquí?! — La voz de Erick mostraba cuán enojado estaba, lo comprendía, había hecho algo irracional. — ¡¿Acaso querías que tuviera cargos de consciencia por tu estúpida muerte, es eso?!

No fue capaz de responder en seguida, la adrenalina en su cuerpo y el nudo en su garganta lo impidió. — ¿Todos tus actos de amabilidad fueron un engaño para someterme? — Su voz se quebró al terminar la pregunta. — Subirme de cargo, preocuparse discretamente por mí, llevarme a casa, consolarme aquella noche sobre la acera frente al supermercado ¿Todo eso fue una farsa? Yo de verdad creía que estábamos comenzando a llevarnos bien y d-de repente me grita nuevamente, me compra como a una propiedad y me despide de mi trabajo ¿Fueron solamente ideas mías, señor Russo? — Hipó, levantándose del suelo mientras las amargas lágrimas no dejaban de fluir en sus ojos tristes.

Todos a su alrededor solamente sabían mentir y aprovecharse de ella, Anastasia consideró absurdo haber creído que Erick Russo terminaría siendo diferente, solo era otro lobo en piel de oveja. Le vio ponerse de pie, su silencio solamente confirmaba lo que ya ella sabía; solamente se interesaba por su propio pellejo. — Me retiraré primero, gracias por haberme salvado. — Se sacudió el polvo de la ropa.

— Señorita Wilde, espera...

— Por cierto, señor Russo. — Lo interrumpió, girándose hacia él para enfrentarlo. — No quiero que vuelva a llenar mi armario con prendas de vestir que jamás usaré, yo soy una persona que mantiene su palabra y le dije claramente que no quería nada que tuviera que ver con usted. Y aun si estoy agradecida porque me salvó no cambiará el hecho de que lo odio.

Y se marchó, no tenía ganas de escuchar sus mentiras.

* * *

El sol mañanero de un clima fresco colándose a través de las cortinas la sacó de su sueño, todavía estaba un pedazo de la cuerda atada a la cama que cruzaba el piso y asumía que el resto cayó en el patio la noche anterior.

Esposa del CEOWhere stories live. Discover now