Capítulo 5: Engañoso

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Capítulo 5: Engañoso

El Koi estaba estupefacto. Él inclinó la cabeza, preguntándose si había escuchado mal. Pero con un movimiento de sus mangas, Jing Lin ya había comenzado a subir las escaleras. La niebla de la montaña era una monstruosidad en este momento, obstruyendo la vista del Koi y haciendo que la espalda de Jing Lin casi desapareciera de su vista.

El Koi volvió a sus sentidos y persiguió a Jing Lin. Abrazando la pantorrilla de Jing Lin, gritó: "¡Jing Lin!"

Jing Lin dejó de moverse y lo miró con recelo.

El Koi levantó la vista. Hacía tanto frío que su cuerpo se tensó. Dijo con urgencia: "¡Jing Lin, no me dejes!"

"Originalmente no eras mío". Jing Lin se sacudió las mangas y subió las escaleras.

"Jing Lin!" El Koi agarró el dobladillo de su ropa y sollozó. “Jing Lin... las bestias salvajes en las montañas quieren atraparme y comerme. No quiero separarme de ti."

Jing Lin permaneció en silencio.

El Koi se negó a soltar. Las lágrimas cayeron por su rostro mientras miraba hacia arriba. Toda la imagen de Jing Lin se reflejó en sus ojos. Era como si siempre tuviera a Jing Lin en su corazón, dependiendo totalmente de él. Jing Lin lo miró con ojos insensibles.

"¡Quiero estar contigo!" El Koi se atragantó con sus sollozos y dijo enfáticamente: "Tú fuiste al primero que vi cuando abrí mis ojos. No quiero ir a ningún otro lado." 

"Tu sabes quien soy," Jing Lin respondió. "¿Y todavía te atreves a decir eso?"

"¡Eres Jing Lin!" El Koi fue arrastrado por el suelo mientras permanecía arrodillado. Se aferró al borde de la prenda de Jing Lin como si este trozo de tela fuera su salvavidas. Su vocabulario era limitado, por lo que solo podía repetir abatido: "Tú eres Jing Lin... Jing Lin..." Él sollozó, "No me dejes." 

Esta vez, las lágrimas de el Koi eran reales. Para él, esto fue como el amanecer de la civilización. Mirar el mundo era como mirar flores a través de la niebla. No sabía nada sobre las emociones humanas, y su conocimiento general del mundo no estaba desarrollado.

Su único pensamiento era comer, pero incluso si quería comer a Jing Lin, nunca había querido dejar a Jing Lin. ¿No era comer a Jing Lin una especie de compañía eterna? Esto era lo que siempre había pensado, y nunca había sentido que hubiera algo malo en este pensamiento. Muchos de sus recuerdos de cuando era un pez habían sido olvidados hace ya mucho tiempo. Solo recordaba a Jing Lin, ya que siempre estaba con Jing Lin. Nunca había estado tan seguro de que si dejara a Jing Lin en este mismo momento, moriría, enterrado solo en la nieve. 

No podía dejar ir a Jing Lin. Al menos no hasta que lo hubiera devorado. Esta era la presa que había estado codiciando, la comida que había anhelado. Sus apretados dientes revelaron su propósito de perseverar. Entonces, cuando Jing Lin se sacudió la manga, el Koi de repente se arrojó sobre los escalones. Su frente golpeó fuertemente contra el borde de las escaleras, y cayó al suelo. Luego sintió sangre cálida, de color rojo oscuro fluyendo por sus cejas, que le picaba el ojo izquierdo hasta dolerle.

El Koi se extendió en el suelo y sollozó en silencio. Se las arregló con cierta dificultad para cubrir su ojo izquierdo y miró a Jing Lin. Era como si hubiera dejado todo a un lado, sin querer nada excepto el abrazo de Jing Lin. El enrojecimiento de los dedos congelados del niño no pudo ocultar su sangre. Tembló y tímidamente lo llamó: "Jing Lin..."

La expresión de Jing Lin era fría como la escarcha.

Aislado e impotente, el Koi se arrastró sobre su estómago. Ignoró la sangre mientras su mano se aferraba a la nieve. Su mano estaba tan roja que podía hacer que el corazón de los demás doliera. Había sollozado hasta que su respiración fue desigual, pero todo lo que pudo ver fue la disminución de la espalda de Jing Lin cuando retrocedió en la distancia. Cada uno de sus gritos era desgarrador, y su voz infantil se había vuelto ronca por todo el llanto.

Nan ChanWhere stories live. Discover now