18. La niña maldita

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Tres chicos llegaron esa misma semana a Italia. No tardaron ni dos días en enviar a alguien para resolver el problema del lobo solitario.

-Hallo*- dijo la chica del grupo en alemán -Soy Marian, encantada.

-Ciao*- saludó el chico de la manada -Yo soy Marco.

Este había ido a recogerlos y llevarlos a la manada, ya que no serían capaces de llegar por si solos o tardarían en hacerlo. La chica era la misma con la que su Alpha habló por teléfono y la reconoció por su tono de voz. Una vez que ya estaban todos reunidos en la sala, tres cazadores y tres lobos, comenzaron con el tema en cuestión.

-Me temo que el lobo ya no está en la manada y ha huido a otro lugar- dijo el Alpha directo.

-De todas formas, tenemos que asegurarnos- contestó la chica seria -Además, habrá más de ellos, así que limpiaremos todo por vosotros.

Esas palabras pusieron alerta a los otros dos lobos de la sala, menos a su Alpha, pues este ya conocía como era la forma de actuar de los cazadores. Se la había dicho alguien hace tiempo y hasta había llegado a verla. Los cazadores no dejaban que sus sentimientos o emociones interfirieran en su trabajo. No tenían piedad con sus enemigos y acababan con todos ellos como si nada, incluso aunque hubiera más lobos que cazadores. Se les conocía por ser crueles, violentos y sanguinarios.

-Bien- dijo el chico rubio serio.

Era mejor tenerlos de su lado que hacerlos sus enemigos, por lo que tenía que evitar conflictos con ellos. Después de todo, tenían un acuerdo donde decía que los cazadores ayudarían a los lobos, siempre y cuando, estos también lo hicieran, aunque había más ventajas para los cazadores que para ellos. En realidad, lo único que hacia ese acuerdo era garantizar la vida de esos lobos. La manada no sobreviviría si entrase en guerra con los cazadores, por lo que aceptar estar bajo su mando era la única opción y la más segura.

-¡Maaka!- llamó Milo -Aya no deja de molestarme- se quejó el chico.

La chica le tiraba papelitos desde el otro lado de la mesa.

-Me aburro- contestó la chica.

-Pues molesta a otra persona- dijo Milo esquivando los papeles.

-¿Por qué no quedamos esta tarde?- sugirió Lena -Para hacer algo divertido.

-¡Sí!- dijo animado el pelirrojo.

Las cosas seguían tranquilas, aunque los lobos no dejaban de vigilar a la chica bruja.

-Por mi vale- dijo Akala, pues no tenía nada mejor que hacer.

-Genial- dijo la castaña.

-Yo también me apunto- intervino Thiago, quien se levantó de su mesa y se sentó en la otra.

-Thiago- se quejó la castaña.

-¿No puedo ir?- dijo poniendo carita de cachorro.

-Vaaale- dijo la chica apartando la mirada de él.

El rubio sonrió feliz por conseguir lo que quería y después miró a Aya desconfiado. No se fiaba de dejar a Lena sola con esa chica, aunque fuera acompañada de Kai.

-Qué raro que hayas accedido a quedar esta tarde- dijo Milo a su hermana cuando caminaban por el pasillo.

-Tengo tiempo libre- contestó ella -Así que no me importaría salir hoy.

-Te estás volviendo una blanda- dijo el castaño sacándole la lengua.

-Solo necesito despejarme- dijo ella devolviéndole el gesto -He estado pensando cómo solucionar lo de Aya con los lobos y la única solución que se me ocurre es pasar desapercibidos.

La vida de Akala WinterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora