Como un radar, mi corazón se acelera cuando se aproxima un fenómeno que jamás antes había detectado. Quiero que todo sea un sueño y que en realidad...
Nunca hubieras aparecido en mi vida
-Te voy a querer siempre, JungKook.
-¿Siempre?, ¿Eso no es de...
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Todavía mi ojo palpitaba porque no acababa de entender por completo todo lo que pasó en cuestiones de minutos. Realmente todo estaba acabado, ¿realmente lo estaba?
¡Por qué siento como si es mentira! Díganme que es una estúpida mentira y JungKook todavía se encuentra a mi alcance. Por favor, ¡Esto tiene que ser una puta mentira!
Tomo el celular en la mano para dejar presionado el número de dicho muchacho, pero no pude hacerlo, por lo menos ahora no podía.
Un taxi se detiene justo al frente de mis pies y bajo la iluminación de las estrellas, mis ojos se aguan aún más antes de adentrarme en el vehículo.
— ¿Está bien, jovencito? —pregunta tal vez un chofer preocupado por el estado de su pasajero, pero no respondo, concentrado en el espejo del retrovisor.
Estaba fatal. Al menos mi rostro estaba siendo un desastre.
— ¿Oh? Has salido en las noticias, ¿cierto? —inquiere curioso. Riendo mientras que vociferaba cosas que no me interesaban realmente.
— ¿Puede conducir sin decir nada más? Me duele la cabeza.
Dicho y hecho, pues en cuanto mi espalda reposó tras la puerta cerrada de mi apartamento, no hallé mejor lugar y momento para hundirme en mis miserias y llorar sin consuelo alguno.
Sí. Lloraba como el niño que se había quedado solo en el mundo y por una vez que se sintió a gusto por no querer morir ahora que comenzaba a saber lo que era sonreír. ¿Tenía que suceder esto tan repentino?
¿Tenía que dejar ir a JungKook ahora?
***
— ¡Taehyung!
Abrí los ojos un poco de más para girarme a encarar a uno de mis superiores terminándose de alistar.
— ¿Qué sucede?
— ¿Hay algo mal contigo? Hoy estás despistado y nada más hay que ver las ojeras que traes, ¿de verdad estás bien?
Sin problema alguno sonrío. Meneando la cabeza hacia adelante, fingiendo un bienestar que no tenía ni de lejos.
— Estoy bien, Kang Re, no te preocupes.
El hombre asiente, tomando las armas especiales para colocarlas en las agarraderas en su cinturón.
— Mejor ve afuera a traerme un poco de café, ¿puedes hacer eso?
— Sí.
Caminando por los pasillos de Big Hit Entertainment, sostengo fuerte el vaso de plástico para no tirar ni un poco del café pedido por Kang Re. Muy sigiloso para no ser visto por la persona que tanto he evitado por toda la mañana. Pero tanto parece que el destino estaba jugando desde el principio en contra de mis sentimientos.
