Como un radar, mi corazón se acelera cuando se aproxima un fenómeno que jamás antes había detectado. Quiero que todo sea un sueño y que en realidad...
Nunca hubieras aparecido en mi vida
-Te voy a querer siempre, JungKook.
-¿Siempre?, ¿Eso no es de...
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¿Qué era lo que sentía exactamente en estos momentos?
Una gran descarga me había quebrantado de pies a cabeza cuando la figura de Kim Taehyung apareció en aquella sala. Tan insegura y brillante que hacía girar una sinfonía en medio de cuatro delgadas paredes.
— Hagamos eso, cuida de mí esta noche, Kim Taehyung.
Era algo que por mí mismo no sabía identificar, no dejaba que mi cerebro pensara las cosas correctamente de arriba abajo, buscando cada fleco suelto de mi comportamiento tan descarado hacia el chico que sólo trataba de cumplir su trabajo al pie de la letra.
Pero aquí estaba, buscando la atención del mayor cuando necesitaba ser abrazado otra vez, cuando nadie más me comprendía ahí estaba él tendido de brazos abiertos.
Al menos pensaba no equivocarme.
— Haré que se sienta mejor hoy, necesita estar descansado para mañana.
Elevó la comisura de sus labios, pero sin todavía emitir una noble sonrisa, dejó en el pupitre más cercano el bolso que cruzaba sus hombros. Mientras que el mayor se despojaba de las posibles prendas que podrían impedirle una mejor postura de relajación, caminé nuevamente hasta las vendas blancas para boxeo.
— Acércate, Taehyung, practicaremos juntos.
Su rostro se tornó inseguro, parecía no querer hacer este tipo de cosas a la cual prácticamente yo lo estaba obligando. Cuando ya estábamos lo suficiente cerca de la funda color negra, él elevó sus grandes manos en el aire, dejándome la vista libre de unos largos dedos delgados que no estaban adornados por anillos como se encontraban los míos.
Pero con todo eso, se veían realmente atrayentes.
Me dediqué a envolver cada centímetro de sus nudillos con la venda blanca, con sumo cuidado y una delicadeza típica en mí. Él se dejó hacer ante mi tacto, pero por el rabillo del ojo podía ver bien claro como enarcaba una ceja sin despegar la mirada de mí.
— Su padre le ha dicho algo, ¿verdad? —continué con la mano izquierda, con miedo a subir la cabeza y encontrarme con dos cuencas oscuras que me miraban con preocupación.
No respondí a su pregunta, ésta se quedó vagando en el aire como el aroma que desprendía de su camisa que desaparecía por dentro del cinturón de sus tejanos.
Terminando de colocar las vendas en sus manos la dejé caer en el aire, para luego volver toda mi atención en el espacio en el centro del salón, donde el saco colgaba desde unos agarradores en el techo. Pretendiendo que no había escuchado algo que evité a toda costa.
— Cuando me siento presionado y necesito sacar todo el estrés que me consume, entro a esta sala y comienzo a golpear la funda —Taehyung terminó por acercarse a donde estaba parado, dirigió su mirada al centro de atención ahora de los dos.
