𝙩𝙤𝙢 𝙧𝙞𝙙𝙙𝙡𝙚·𝟯

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Caminar por el callejón Diagon y no tener que comprar ningún útil escolar la abrumaba un poco. Pasaba por delante de Ollivanders, recordando la primera vez que vio a ese hombre que le dijo que aquella varita que la niña poseía en su mano derecha, le daría tanta libertad mágica que desde ese mismo instante se convertiría casi como en su mejor amiga.  Pero ahora la época adulta había comenzado y eso significaba tener tantas responsabilidades que no sabía qué hacer con ellas.

Por otro lado, la mirada de cada persona que caminaba por su alrededor la irritaba. No era su culpa ser una Windraid, o que sus antepasados fueran conocidos por practicar magia negra, pero eso no quitaba que ella fuera incluida de todo aquel circo de la mala fama. 

La imagen de Myrtle y Hagrid aquella noche no fueron más que suficientes para sentirse la peor basura en el mundo. Tal vez no era su culpa estar envuelta en los rumores, pero no eran más que simples verdades. Los Windraid eran malvados.

Se dirigió hacia el callejón Knockturn. Por lo menos existía un lugar en aquella locura dónde no la mirarían de más, pero se equivocaba.

Su túnica negra, que se amoldaba a su cuerpo, danzaba a cada paso que daba. Tenía que admitir que se sentía muy poderosa llevando aquel atuendo que su madre solía vestir en su juventud y que ahora se ajustaba a su menuda figura.

Los ojos de varios muchachos se posaron en ella a medida que caminaba decidida hacia Borgin y Burkes. En aquel pasadizo dónde las artes oscuras no parecían ser para una muchachita de dieciocho años, verla a Ave Windraid correteando con orgullo provocaba una mezcla de pasión y misterio en cada hombre que la observaba.

Pero sólo uno logró animarse a acercarse a ella justo cuando pretendía abrir la puerta de aquel negocio con una fachada tenebrosa.

—Lo siento —dijo un muchacho en voz alta. Ave se dio la vuelta para mirarlo.

Intentó disimular su cara de asombro. Aquel hombre era precioso. 

Su cabello castaño con algunos mechones dorados caían sobre su rostro con mandíbula bien marcada. El chico sonrió nervioso y ella pudo jurar que se estaba quedando sin aliento. ¿Acaso podía llegar a sentirse más estúpida? Las malditas hormonas aún seguían en la adolescencia.

—No quiero molestarte, pero te he visto entrar varias veces aquí en las últimas dos semanas... 

Ave frunció el entrecejo confundida. Nunca nadie había tenido la cara para decirle que la habían estado acosando.

—¡No lo mal pienses! —exclamó rápidamente—. Estuve trabajando por aquí unos cuantos días... Yo.... Lo lamento, me llamo Gabriel.

El chico le extendió la mano y Ave la estrechó encantada, aunque aún se sentía perdida.

—Ave... —murmuró ella—. Sí, bueno, no es que sea fanática de objetos extraños, lo que sucede es que mis padres me mandan muchos recados. El señor Burke debe estar cansado de verme tanto.

Ambos lanzaron unas risitas tontas.

—A mí no me molestaría verte rondar por mi tienda —habló Gabriel. Sus miradas quedaron prendidas, hasta que él volvió a la acción—. Lo que te decía... Como te he visto tanto por aquí tal vez sabías si es buena idea comprar aquel anillo de allí —señaló a través de la vidriera—. Es el cumpleaños de mi madre en una semana y lo ha visto mucho durante días.

Ave sintió que dentro de su cuerpo algo revoloteaba. ¡Le parecía un muchacho encantador!

—La verdad que es precioso —comentó Ave animada por la situación—. Tiene una historia muy interesante... Se dice que perteneció a Elly Kedward, la famosa bruja de Blair, que es conocida por sacarle sangre a niños y luego desaparecerlos.

harry potter || one shots y fragmentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora