🐦Oclumancia 2

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—Cuando todos hablaban de lo genial que eran se me llenaba el pecho de orgullo —dijo Emily aún aturdida. Se habían alejado de Ron y Hermione y hablaban en una esquina de la Sala Común—. Jamás iba a creer lo que decía Snape de papá. Era agradable que me dijeran que Fred, George y yo éramos iguales a ellos...

—Sí, pero ustedes nunca colgarían a alguien por los pies para divertirse. Se lo habrían hecho a alguien que se lo mereciera, a Malfoy, por ejemplo. 

Emily tragó saliva. Ni siquiera a Draco era capaz de hacerle aquello.

—Snape no les hacía nada, Harry. Oíste a mamá... ¿Y Lupin? Se suponía que lo habían declarado prefecto para que controle a papá y a Sirius, pero él sólo se quedó en el árbol. 

Emily sentía una gran angustia. Recordaba los horribles momentos que había pasado en el colegio con su primo y tuvo el mismo sentimiento al ver a Snape en aquella situación.

Harry se acordaba una y otra vez de que Lily había intervenido; su madre sí era una persona decente. Sin embargo, el recuerdo de la expresión de la cara de Lily cuando le gritaba a James los inquietaba tanto como todo lo demás; era evidente que odiaba a James, y no se explicaban cómo habían acabado casándose.

Durante casi cinco años la imagen de su padre había sido tanto para él como para Emily una fuente de consuelo e inspiración. Siempre que alguien le comentaba a Harry que se parecía a James, él se sentía orgulloso. Cada vez que le decían a Emily que seguía los pasos de su padre, la hacían sentir valerosa. Pero en aquellos momentos..., en aquellos momentos se sentían indiferentes y tristes cuando pensaban en él.

—Necesito hablar con ellos—dijo Emily luego de pensar mucho—. Debemos verlos.




Emily había planeado con los gemelos una maniobra de distracción para que Umbridge no los encontrara.

Harry y ella se encontraban hablando con la profesora McGonagall, en su despacho, sobre sus futuros. Tenían que decidir qué seguirían después de Hogwarts y las notas que debían sacarse para conseguirlo. Ambos estaban muy nerviosos aunque Emily disfrutaba de aquel panorama.

Observaban el reloj de vez en cuando, contando los minutos que faltaban para que Fred y George comenzaran con el plan. Hermione susurraba que no lo hicieran. Umbridge tenía a los mellizos Potter entre ceja y ceja, y si los descubría los expulsaría sin pensarlo dos veces.

El corazón de Harry latía muy deprisa cuando salió del aula. Cuando estaban más o menos en la mitad del pasillo oyeron los lejanos pero inconfundibles sonidos de una maniobra de distracción. Se oían gritos y chillidos que, procedentes de más arriba, resonaban por todas partes; los alumnos que salían de las aulas se paraban en seco y miraban con temor hacia el techo...

La profesora Umbridge abandonó precipitadamente la clase, tan aprisa como le permitían sus cortas piernas. Sacó su varita mágica y echó a correr en dirección opuesta a la de Harry: era o nunca.

—¡Por favor, chicos! —le suplicó Hermione débilmente.

Pero ya habían tomado una decisión; se colgaron mejor las mochilas y rompieron a correr esquivando a los alumnos que se precipitaban en dirección opuesta para ver qué era aquel alboroto del ala este.

Llegaron al pasillo del despacho de la profesora Umbridge y lo encontraron vacío. Se escondieron detrás de una armadura, cuyo yelmo giró chirriando para mirarlo; Harry abrió su mochila, agarró la navaja de Sirius y se pusieron la capa invisible. Entonces salieron arrastrándose lenta y cuidadosamente de detrás de la armadura y recorrieron el pasillo hasta llegar frente a la puerta de la profesora Umbridge.

harry potter || one shots y fragmentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora