🐦La profecía

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—Supongo que esto significa que Dumbledore volverá a estar pronto entre nosotros —aventuró el mago corpulento de nariz roja que colgaba en la pared, detrás de la mesa del director. Harry se dio la vuelta y vio que el mago lo observaba con mucho interés. El chico asintió y tiró otra vez del picaporte sin volverse, pero la puerta seguía cerrada—. Cuánto me alegro —comentó el mago—. Nos hemos aburrido mucho sin él. —Se acomodó en el sitial en que lo habían retratado y sonrió benignamente a Emily que lo miraba atenta sin pronunciar palabra—. Dumbledore tiene muy buena opinión de ustedes, como ya deben de saber —continuó—. Sí, ya lo creo. Les tiene en gran estima.

Entonces unas llamas de color verde esmeralda prendieron en la chimenea vacía. Harry se apartó de un brinco de la puerta, Emily se corrió unos pasos hacia atrás y contemplaron al hombre que giraba en el fuego.

Cuando la alta figura de Dumbledore salió de entre las llamas, los magos y las brujas de las paredes despertaron con brusquedad, y muchos de ellos dieron gritos de bienvenida.

—Gracias —dijo Dumbledore con voz queda.

Al principio no miró a Harry y a Emily, sino que se dirigió hacia la percha que había junto a la puerta, sacó de un bolsillo interior de su túnica a Fawkes, que ahora era un pájaro pequeño, feo y sin plumas, y lo colocó con cuidado en la bandeja de suaves cenizas que había bajo el palo dorado donde solía posarse el ave cuando estaba totalmente desarrollada.

—Bueno, Harry, Emily —dijo Dumbledore apartándose al fin del fénix—, supongo que les alegrará saber que ninguno de sus amigos sufrirá secuelas por lo ocurrido esta noche.

Emily intentó decir: «Estupendo», pero por su boca no salió ningún sonido. Tenía la impresión de que Dumbledore estaba recordándoles los problemas que habían causado, y aunque el mago los miraba por fin a los ojos, y pese a que su expresión era amable y no parecía acusadora, Harry no podía mantenerle la mirada y Emily lo intentaba sin mucho éxito.

—La señora Pomfrey está curándolos —añadió Dumbledore—. Es posible que Nymphadora Tonks tenga que pasar un tiempo en San Mungo, pero todo indica que se recuperará por completo.

Harry se contentó con asentir con la cabeza mientras contemplaba la alfombra, cada vez más clara a medida que el cielo se iluminaba. Estaba seguro de que los retratos escuchaban con atención cada palabra que decía Dumbledore, y de que debían de preguntarse dónde habían estado Harry, Emily y el director, y por qué había habido heridos.

—Sé cómo se sienten, Harry —afirmó Dumbledore con serenidad.

—No, no lo sabe —negó el muchacho con un tono de voz inusitadamente impetuoso, pues la ira estaba acumulándose en su interior. Dumbledore no sabía nada sobre sus sentimientos.

—¿Lo ve, Dumbledore? —dijo Phineas Nigellus con malicia—. No pierda el tiempo intentando comprender a los estudiantes porque ellos lo detestan. Prefieren sentirse terriblemente incomprendidos, deleitarse en la autocompasión, sufrir con...

—Ya basta, Phineas —le ordenó el director.

Harry le dio la espalda a éste y se quedó observando el estadio de quidditch que se distinguía a lo lejos, por la ventana. Sirius había aparecido allí en una ocasión, bajo la forma del peludo perro negro, para ver jugar a Harry. Seguro que lo había hecho para comprobar si era tan bueno como lo había sido James, pero Harry nunca se lo había preguntado.

Emily miró a su hermano una vez más. Estaba cansada y lo único que quería era acostarse un rato, pensar con claridad todo lo que había ocurrido e intentar hablar con Harry. Quería apoyarlo por la pérdida de Sirius. Ella tenía la impresión de que él no quería sentir todo ese dolor que en ese momento le devoraba todo el cuerpo.

harry potter || one shots y fragmentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora