🐍La madriguera

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—Harry...

—¡Para! —dijo Harry, sintiendo el golpeteo en su dolorida cabeza—. Déjame en paz... Basta ya..., estoy intentando dormir...

—Harry, ven a ver esto —murmuró Emily moviendo a su hermano de un lado al otro—. Despierta, ven, mira.

Abrió los ojos. La luz de la luna brillaba por entre los barrotes de la ventana. Y alguien, con los ojos muy abiertos, lo miraba tras la reja: alguien con la cara llena de pecas, el pelo cobrizo y la nariz larga.

Ron Weasley estaba afuera en la ventana.

—¡Ron! —exclamó Harry, encaramándose a la ventana y abriéndola para poder hablar con él a través de la reja—. Ron, ¿cómo has logrado...? ¿Qué...?

Harry se quedó boquiabierto al darse cuenta de lo que veía. Ron sacaba la cabeza por la ventanilla trasera de un viejo coche de color azul turquesa que estaba detenido ¡ni más ni menos que en el aire! Sonriendo a Harry y Emily desde los asientos delanteros, estaban Fred y George, los hermanos gemelos de Ron, que eran mayores que él.

—¿Todo bien, chicos?

—¿Qué ha pasado? —preguntó Ron—. ¿Por qué no han contestado a mis cartas? Les he pedido unas doce veces que vinieran a mi casa a pasar unos días, y luego mi padre vino un día diciendo que les habían enviado un apercibimiento oficial por utilizar la magia delante de los muggles.

—No fuimos nosotros. Pero ¿cómo se enteró?

—Trabaja en el Ministerio —contestó Ron—. Sabes que no podemos hacer ningún conjuro fuera del colegio.

—¡Tiene gracia que tú me lo digas! —repuso Emily, echando un vistazo al coche flotante.

—¡Esto no cuenta! —explicó Ron—. Sólo lo hemos cogido prestado. Es de mi padre, nosotros no lo hemos encantado. Pero hacer magia delante de esos muggles con los que vives...

—No hemos sido nosotros, ya te lo he dicho..., pero es demasiado largo para explicarlo ahora. Mira, puedes decir en Hogwarts que los Dursley nos tienen encerrados y que no podremos volver al colegio, y está claro que no podemos utilizar la magia para escapar de aquí, porque el ministro pensaría que es la segunda vez que utilizamos conjuros en tres días, de forma que...

—Deja de decir tonterías —dijo Ron—. Hemos venido para llevarlos a casa con nosotros. 



—Ahora tenemos que subir las escaleras sin hacer el menor ruido — advirtió Fred—, y esperar a que mamá nos llame para el desayuno. Entonces tú, Ron, bajarás las escaleras dando saltos y diciendo: «¡Mamá, mira quiénes han llegado esta noche!» Ella se pondrá muy contenta, y nadie tendrá que saber que hemos cogido el coche.

—Bien —dijo Ron—. Vamos, chicos, yo duermo en el...

De repente, Ron se puso de un color verdoso muy feo y clavó los ojos en la casa. Los otros cuatro se dieron la vuelta. La señora Weasley iba por el corral espantando a las gallinas, y para tratarse de una mujer pequeña, rolliza y de rostro bondadoso, era sorprendente lo que podía parecerse a un tigre de enormes colmillos.

—¡Ah! —musitó Fred.

—¡Dios mío! —exclamó George.

La señora Weasley se paró delante de ellos, con las manos en las caderas, y paseó la mirada de uno a otro. Llevaba un delantal estampado de cuyo bolsillo sobresalía una varita mágica.

—Así que... —dijo.

—Buenos días, mamá —saludó George, poniendo lo que él consideraba que era una voz alegre y encantadora.

—¿Tienen idea de lo preocupada que he estado? —preguntó la señora Weasley en un tono aterrador.

—Perdona, mamá, pero es que, mira, teníamos que...

Aunque los tres hijos de la señora Weasley eran más altos que su madre, se amilanaron cuando descargó su ira sobre ellos.

—¡Las camas vacías! ¡Ni una nota! El coche no estaba..., podían haber tenido un accidente... Creía que me volvía loca, pero no les importa, ¿verdad?... Nunca, en toda mi vida... Ya verán cuando llegue a casa su padre, un disgusto como éste nunca me lo dieron Bill, ni Charlie, ni Percy...

—Percy, el prefecto perfecto —murmuró Fred.

—¡PUES PODRÍAS SEGUIR SU EJEMPLO! —gritó la señora Weasley, dándole golpecitos en el pecho con el dedo—. Podrían haberlos matado o podría haberlos visto alguien, y su padre haberse quedado sin trabajo por su culpa...

Les pareció que la reprimenda duraba horas. La señora Weasley enronqueció de tanto gritar y luego se plantó delante de Harry y Emily, que retrocedieron asustados.

—Me alegro de verlos, Harry, Emily —dijo—. Pasen a desayunar.



—Ustedes no tienen la culpa, cielo —aseguró a Harry y Emily, echándole en los platos ocho o nueve salchichas—. Arthur y yo también hemos estado muy preocupados por ustedes. Anoche mismo estuvimos comentando que si Ron seguía sin tener noticias suyas el viernes, iríamos a buscarlos para traerlos aquí. Pero — dijo mientras les servía tres huevos fritos a cada uno— cualquiera podría haberlos visto atravesar medio país volando en ese coche e infringiendo la ley...

Entonces, como si fuera lo más natural, dio un golpecito con la varita mágica en el montón de platos sucios del fregadero, y éstos comenzaron a lavarse solos, produciendo un suave tintineo.

—¡Estaba nublado, mamá! —dijo Fred.

—¡No hables mientras comes! —le interrumpió la señora Weasley.

—¡Los estaban matando de hambre, mamá! —dijo George.

—¡Cállate tú también! —atajó la señora Weasley, pero cuando se puso a cortar unas rebanadas de pan para Harry y Emily y a untarlas con mantequilla, la expresión se le enterneció. En aquel momento apareció en la cocina una personita bajita y pelirroja, que llevaba puesto un largo camisón y que, dando un grito, se volvió corriendo.

—Es Ginny —dijo Ron a Harry y Emily en voz baja—, mi hermana. Se ha pasado el verano hablando de ustedes. En especial de ti, Harry.

—Sí, debe de estar esperando que le firmes un autógrafo, Harry —dijo Fred con una sonrisa, pero se dio cuenta de que su madre lo miraba y hundió la vista en el plato sin decir ni una palabra más.

No volvieron a hablar hasta que hubieron terminado todo lo que tenían en el plato, lo que les llevó poquísimo tiempo.

—Estoy que reviento —dijo Fred, bostezando y dejando finalmente el cuchillo y el tenedor—. Creo que me iré a la cama y..

—De eso nada —interrumpió la señora Weasley—. Si te has pasado toda la noche por ahí, ha sido culpa tuya. Así que ahora vete a desgnomizar el jardín, que los gnomos se están volviendo a desmadrar.

—Pero, mamá...

—Y ustedes dos, van con él —dijo ella, mirando a Ron y Fred—. Ustedes sí pueden irse a la cama —dijo a Harry y Emily—. Ustedes no les pidieron que los llevaran volando en ese maldito coche.

Pero Harry, que no tenía nada de sueño, dijo con presteza: 

—Ayudaré a Ron, nunca he presenciado una desgnomización.

—Eres muy amable, cielo, pero es un trabajo aburrido —dijo la señora Weasley.

—Yo también los ayudaré —dijo Emily viendo con una sonrisa a los gemelos. 

Los había extrañado.

—Bien, veamos lo que Lockhart dice sobre el particular.


Uno cortito para avisar que quedan dos fragmentos más y voy a dar por finalizada este libro. Creo que mi momento potterhead está llegando a su fin en wattpad...

harry potter || one shots y fragmentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora