🐦Grimmauld Place

1.6K 77 2
                                    

—¿Dónde estamos? —preguntó Emily, pero Lupin, en voz baja, dijo:

—Espera un minuto.

Moody hurgaba en su capa con las nudosas manos entumecidas por el frío.

—Ya lo tengo —masculló; a continuación, levantó algo que parecía un encendedor de plata y lo accionó.

La farola más cercana hizo «pum» y se apagó. Volvió a accionar el artilugio, y se apagó la siguiente; siguió accionándolo hasta que todas las farolas de la plaza se hubieron apagado y la única luz que quedó fue la que procedía de unas ventanas con las cortinas echadas y la de la luna en cuarto creciente.

—Me lo prestó Dumbledore —dijo Moody, guardándose el apagador en el bolsillo—. Por si algún muggle asoma la cabeza por la ventana, ¿sabes? Y ahora en marcha, deprisa.

Cogió a Harry por un brazo a Emily por le otro y los guió por la parcela cubierta de hierba; cruzaron la calle y subieron a la acera. Lupin y Tonks los siguieron; transportaban los baúles de los mellizos entre los dos e iban flanqueados por el resto de la guardia, que llevaba las varitas en la mano.

De una de las ventanas del piso de arriba de la casa más cercana, salía música amortiguada. Un intenso olor a basura podrida se expandía desde el montón de bolsas de desperdicios que había al otro lado de una verja destrozada.

—Es aquí —murmuró Moody; le puso a Harry un trozo de pergamino en la desilusionada mano y acercó el extremo iluminado de su varita para que pudiera ver el texto—. Léanlo rápido y memorícenlo.

Harry miró el trozo de pergamino y Emily se acercó a leerlo. La letra, de trazos estrechos, les resultaba vagamente familiar. El texto rezaba:

El cuartel general de la Orden del Fénix está ubicado en el número 12 de Grimmauld Place, en Londres.

—¿Qué es la Orden del...? —preguntó Harry.

—¡Aquí no, muchacho! —gruñó Moody—. ¡Espera a que estemos dentro!

Moody le arrebató a Harry el trozo de pergamino y le prendió fuego con la punta de la varita. Mientras las llamas devoraban el mensaje, que cayó flotando al suelo, Emily volvió a mirar las casas que había a su alrededor. Estaban delante del número 11; miró a la izquierda y vio el número 10; a la derecha, sin embargo, estaba el número 13.

—Pero ¿dónde está...?

—Piensa en lo que acabas de memorizar —le recordó Lupin con serenidad.

Emily lo pensó, y en cuanto llegó a las palabras «número 12 de Grimmauld Place», una maltrecha puerta salió de la nada entre los números 11 y 13, y de inmediato aparecieron unas sucias paredes y unas mugrientas ventanas. Era como si, de pronto, se hubiera inflado una casa más, empujando a las que tenía a ambos lados y apartándolas de su camino. Harry y Emily se quedaron mirándola, boquiabiertos. El equipo de música del número once seguía sonando. Por lo visto, los muggles que había dentro no habían notado nada.







Oyeron unos rápidos pasos y la madre de Ron, la señora Weasley, entró por una puerta que había al fondo del vestíbulo. Corrió a recibirlos con una sonrisa radiante, aunque Harry se fijó en que estaba mucho más pálida y delgada que la última vez que la había visto.

—¡Oh, Harry, cuánto me alegro de verte! —susurró, y lo estrujó con un fuerte abrazo; luego se separó un poco de él y lo examinó con ojo crítico—. Estás paliducho; necesitas engordar un poco, pero me temo que tendrás que esperar hasta la hora de la cena.

—¿Oíste? Estás más debilucho, Harry.

Emily agarró los cachetes de su hermano.

—Y tú Emily tan hermosa como siempre, ven aquí. —La señora Weasley abrazó con fuerza a la pelirroja—. A ti también te falta comer un poco más, cariño. —Harry le hizo una cara de burla a su hermana. Luego, Molly dirigiéndose al grupo de magos que Harry tenía detrás, la señora Weasley volvió a susurrar con tono apremiante—: Acaba de llegar. La reunión ya ha comenzado.

harry potter || one shots y fragmentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora