☠️Los ocho Potters

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Harry abrió de un tirón la puerta trasera y corrió hacia los recién llegados que hablaban con su hermana felizmente. En medio de un griterío de calurosos saludos, Hermione lo abrazó y Ron le dio palmadas en la espalda.

—¿Todo bien, Harry? —preguntó Hagrid—. ¿Listo para irte?

—Ya lo creo —respondió sonriéndoles a todos—. Pero... ¡no esperaba que vinieran tantos!

—Ha habido un cambio de planes —gruñó Ojoloco, que llevaba dos grandes sacos repletos y cuyo ojo mágico enfocaba alternativamente el oscuro cielo, la casa y el jardín con una rapidez asombrosa—. Pongámonos a cubierto y luego te lo explicaremos todo. 

Harry miró a Emily extrañado, pero ella sólo le sonrió.

Harry los guió hasta la cocina. Riendo y charlando, algunos se sentaron en las sillas y sobre las relucientes encimeras de tía Petunia, y otros se apoyaron contra los impecables electrodomésticos.

Estaban: Ron, alto y desgarbado; Hermione, que se había recogido la espesa melena en una larga trenza; Fred y George esbozando idénticas sonrisas; Bill, con tremendas cicatrices y el pelo largo; el señor Weasley, con expresión bondadosa, algo más calvo y con las gafas un poco torcidas; Ojoloco, maltrecho, cojo, y cuyo brillante ojo mágico azul se movía a toda velocidad; Tonks, con el pelo corto y teñido de rosa, su color preferido; Lupin, con más canas y más arrugas; Fleur, esbelta y hermosa, luciendo su larga y rubia cabellera; Kingsley, negro, calvo y ancho de hombros; Hagrid, con el pelo y la barba enmarañados, encorvado para no darse contra el techo, y Mundungus Fletcher, alicaído, desaliñado y bajito, de mustios ojos de basset y pelo apelmazado.

Harry tuvo la impresión de que su corazón se agrandaba y resplandecía ante aquel panorama; los quería muchísimo a todos, incluso a Mundungus, a quien había intentado estrangular la última vez que se vieron.

—Creía que estabas protegiendo al primer ministro muggle, Kingsley —comentó.

—Puede pasar sin mí por una noche. Tú eres más importante.

—¿Has visto esto, Harry? —dijo Tonks, encaramada en la lavadora, y agitó la mano izquierda mostrándole el anillo que lucía en un dedo.

—¿Se han casado? —preguntó Harry mirándola, y luego a Lupin.

—Lamento que no pudieran asistir a la boda, Harry. Fue una ceremonia muy discreta. 

Emily se acercó a abrazar a su padrino dándole a entender que no había nada que lamentar. Harry sonrió.

—¡Qué alegría! ¡Felici...!

—Bueno, bueno, más adelante ya habrá tiempo para cotilleos —intervino Moody en medio del barullo, y todos se callaron. Dejó los sacos en el suelo y se volvió hacia Harry—. Como supongo que te habrá contado Dedalus, hemos tenido que desechar el plan A, puesto que Pius Thicknesse se ha pasado al otro bando. Por consiguiente, nos hallamos ante un grave problema. Ha amenazado con encarcelar a cualquiera que conecte esta casa a la Red Flu, ubique un traslador o entre o salga mediante Aparición. Y todo eso lo ha hecho, en teoría, para protegerte e impedir que Quien-tú-sabes venga a buscarte, a ti o a Emily, aunque no tiene sentido, porque el encantamiento de tu madre ya se encarga de esas funciones. Lo que ha hecho en realidad es impedir que salgas de aquí de forma segura.

»Segundo problema: son menores de edad, y eso significa que todavía tienen activado el Detector.

—¿El Detector? No...

—¡El Detector, el Detector! —repitió Ojoloco, impaciente—. El encantamiento que percibe las actividades mágicas realizadas en torno a los menores de diecisiete años, y que el ministerio emplea para descubrir las infracciones del Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad. Si alguno de nosotros hiciera un hechizo para sacarlos de aquí, Thicknesse lo sabría, y también los mortífagos.

harry potter || one shots y fragmentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora