Una confesión

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Levi se ahogó con el té al escucharme. Inmediatamente me asusté, ya que empezó a toser fuertemente.  Me levanté y le di unas palmaditas en la espalda, como solía hacerlo mi nana cuando me atoraba por los grandes bocados que daba al pastel de chocolate. De niña siempre fui golosa, amaba los dulces, era mi perdición, actitud que mi madre corrigió con unas cachetadas en mi rostro. Pero esta situación era distinta a la de mi infancia. El capitán se ahogó por la pregunta tan vergonzosa que lancé,  pero realmente deseaba aclarar lo que sucedió esa noche, pues esta semana me había armado de valor para preguntarle, pero él siempre evadía el tema, como si supiera a donde iba llegar la conversación. Incluso Armin notó la tensión entre el capitán y yo. Por eso, cada vez que me veía por los pasillos o en el campo de entrenamiento, me miraba frío y me obligaba a retirarme.

-Respira suavemente, Levi - mis manos pasaban suavemente su espalda para calmarlo.

¿De cuándo acá tenía esa confianza para tocarlo?

-Es suficiente, estoy bien- nuestras miradas se encontraron a un cercanía increíblemente mínima,  estaba ligeramente agachada a su altura, pues nuestros rostros sentían fuertemente la respiración del otro. Él, sentado, con una posición rígida y  con una expresión extraña.

Aunque la posición era incomoda, él no se alejaba, es más, sorprendentemente, lucía nervioso, y no era de extrañar, yo estaba igual por no recibir su respuesta. Había una chispa en el ambiente que empezaba a encenderse, como si esperábamos alguna señal del otro para fundirnos en el tan ansiado beso, como aquella noche, cuando dos cuerpos extraños empezaban un viaje desconocido. Sus ojos viajaron sutilmente a mis labios entre abiertos, inconscientemente, mordí mis labios al tener su atención en estos. Escuché que el soltó el aire retenido en sus pulmones, lo había invitado a probarlos, y él había respondido, pero se contenía. Sus manos viajaron a mi rostro, me sorprendió la delicadeza de tu toque y sentir como su pulgar derecho dibujaba pequeños circulos en mi rostro, poco a poco, acercándose tímidamente a mis labios.

-Mocosa, ¿por qué te empeñas en confundirme?- abrí los ojos al escucharlo tan seductor. Él levanto la mirada de mis labios y con voz ronca, soltó - Tenerte así de cerca hace que pierda el control de mis emociones y no entiendo el porqué.

Escuchar ese tono tan sugerente hizo que la temperatura de mi cuerpo se elevara, al verlo tan confundido, sin barreras que usualmente elevaba con todas las personas, me hacía sentir realmente poderosa. Instantáneamente,  mis manos tomaron las suyas y ambos nos miramos a los ojos, pero no me atrevía a dar el primer paso, pues tal vez lo omitiría de sus recuerdos como la primera vez. Por más que no quise, si me molestó que actuara con indiferencia después de lo sucedido, y, más aún, cuando él respondió gustoso al beso, aventurándose a tomarme por la cintura, haciendo que mi piel ardiera por el contacto tan íntimo.

-Debo irme - me solté bruscamente de sus manos. Su rostro se tornó sombrío, sus manos quedaron durante unos segundos en la misma posición en la que tomó mi rostro. Estaba enojado. Su pecho se infló amenazante al verme llevar la taza a lavar, haciendo como si no hubiese pasado nada, justo lo que él hizo. Se veía como cuando le quitas a un niño su juguete preferido, como al minero con su oro, esas ganas de tenerlo solo para él , pero no fue así. Le di la espalda cuando enjuagaba la pequeña taza, realmente no quería verlo a los ojos, porque sino me lanzaría a besarlo nuevamente, pero no era lo correcto. Debía recuperar la compostura, ya que él seguiría entrenándome y no quería volverlo más incomodo de lo que ya era. 

-Gracias por el té, capitán- enfaticé lo último- Iré a descansar, buenas noches.

Me giré para dirigirme a mi habitación.

-¡Alto!- vociferó. Paré en seco. Mi cuerpo se puso rígido ante el tono exigente de la palabra. Decidida lo enfrenté. Lentamente di la vuelta, él se había parado de su silla. Sus manos formaban puños y su boca se abrió para decir algo, pero se calló.

Azar - Levi AckermanWhere stories live. Discover now