34. Perspectivas

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CAPÍTULO TREINTA Y CUATROPERSPECTIVAS━━━━━━━━┓ * ┏━━━━━━━━

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CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
PERSPECTIVAS
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Todo estaba tan silencioso.

—¿Hange-san?

Era un simple susurro, uno que pareció vibrar por las colinas en la lejanía, que se tragó incluso el más silencioso silbido que el viento ocasionaba, meciéndose entre las hojas de los árboles junto a los que pasaban.

Hange miró de reojo al chico junto a ella, a la nerviosa expresión cubriendo su rostro. Gotas gruesas de sudor, que ella no sabía si eran de miedo o calor, le caían por los costados del rostro.

—¿Uhm?

El chico, Connie, echó un vistazo a su alrededor, ojos igualmente perturbados, y tragó saliva. La manzana de Adán subió y bajó.

—Todo parece estar muy callado.

Hange asintió lentamente, imitando a su compañero de aquel día. A sus alrededores no había más que prados y césped verdes, un par de arboledas en la distancia y troncos derrumbados, flores marchitas. Las marcas en el piso de gigantes huellas comenzaban a ser cubiertas por hierbajos que crecían de entre la tierra aplastada.

Había aves que planeaban por encima suyo, pero lejos de solo escuchar sus graznidos y ver sus figuras reflejándose en el suelo por el que andaban, ninguna de ellas parecía querer acercarse.

De ser ella, Hange probablemente lo haría.

—Hah, los habitantes de las aldeas de esta parte aún están refugiados.

Connie era un chico sin experiencia, ella sabía eso porque Eren se lo había dejado en claro antes de partir.

Eren y el resto de los amigos del chico, eso es.

Hange no era cruel, en sí, pero las cosas no pintaban bien.

No para ellos, ni para su aldea, ni para ninguno de los involucrados en esta situación.

—Hange-san —dijo Moblit desde donde cabalgaba a espaldas suya, con el resto de su escuadrón—. Estamos por llegar.

Ese hormigueo que sentía en sus dedos renació, a costa de lo que sea que fueran a encontrar.

Connie apuró un poco el paso, e internamente, Hange suspiró.

No había cosa más cruel que lo que estaban por hacer, y el mundo de por sí ya lo era como para que esto ocurriera en esos exactos momentos, cuando las puertas hacia la libertad comenzaban a echarse de ver.

—Neh, Connie.

El chico la miró por encima del hombro, y Hange supo reconocer enseguida esa errática mirada en sus ojos; le recordaba un poco a la suya misma cada vez que debían salir en una nueva expedición.

Friend of the Devil ━shingeki no kyojinOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz