Capítulo 1. El Sexto Cuerpo

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Londres, 1886


Su nombre era Hange Zöe, pero se pronuncia "Hanji". Aunque su madre era escocesa y su padre tenía raíces griegas, ella nació y creció en Inglaterra. Para ser más exactos, en Londres.

No era ajeno para ella el cielo ennegrecido por las chimeneas, las calles abarrotadas de gente y sucia por el desecho de los caballos; el aire estaba viciado de olores, algunos agradables como el de la comida de puestos ambulantes y perfumes costosos y otros nauseabundos como las carnicerías y el drenaje expuesto.

En Londres no existía la quietud, salvo en algunos rincones de Kensington, desde donde la reina observaba los bellos paisajes de Hyde Park. Un paraíso reservado para aquellos que no debían sufrir las penurias de una capital cada vez más industrializada.

Cuando Hanji volvió a Londres después de seis años de estudios en París, le sorprendió que aún quedasen edificios y avenidas qué descubrir en su vieja ciudad de origen.

Había desembarcado en los muelles y apenas pudo tomar un carruaje de alquiler, el cual se movía maniático entre las estrechas calles concurridas de comerciantes. Los edificios se habían estropeado más de lo que esperaba... Igual que las personas.

Notaba los rostros cansados, las miradas gachas de hombres y mujeres que volvían de trabajar en las fábricas. Una imagen triste y desgastada que poco a poco envejecía en la pared.

Cuando el carruaje la dejó en Scotland Yard, Hanji se apresuró a las puertas gemelas, una de las cuales yacía siempre abierta durante el día. No se abstrajo con la enorme fachada ni con el coro del recibidor; el sonido de las máquinas de escribir, el archivado y el eco de las botas sobre las tablas de madera. En cambio, fue directo al policía que revisaba unos papeles en recepción.

— Buenos días ─saludó con energía, captando la atención del hombre─. Busco al Comandante Erwin Smith. Me solicitó esta tarde pero mi barco arribó temprano.

— Disculpe, señorita... El Comandante no recibe visitas personales en la jefatura. —Le respondió el policía con sorpresa, la cual aumentó al oírla reír.

— Imagino que no. Es un hombre demasiado serio para abusar de su cargo y traer a sus citas al trabajo. —Hanji se sostuvo el estómago mientras reía, levantando muchas cejas a su alrededor. No muchos se expresaban con tanta libertad del Comandante de Scotland Yard. Cuando se calmó, Hanji extrajo de su bolso de mano una nota, la cual acercó al policía.— Soy Hange Zöe, médico forense. El Comandante Erwin se comunicó conmigo la semana pasada para...

— Perdone, ¿cómo dice? —El joven policía parecía cada vez más desconcertado.— ¿Médico? ¿No querrá decir enfermera?

La sonrisa de Hanji se tensó con esa pregunta, menguando su buen ánimo.

— No, quise decir médico forense. —Insistió con un gesto impaciente.— Le mostraría mi diploma de la Universidad de Londres y mi doctorado en París si no viniera tan cansada de mi viaje. Ahora, si no le molesta...

— Tan impaciente como siempre, Hanji.

La voz de Erwin Smith atravesó el vestíbulo y silenció el cuchicheo que se había formado alrededor de la recepción. El joven policía se puso de pie como impulsado por un resorte y saludó formalmente a su superior, el cual sólo miraba a la única mujer en la sala.

Hanji no era particularmente bonita, según los estándares londinenses. Alta, de cabello lacio y con una piel ligeramente tostada; una nariz aguileña sostenía unas gafas de armazón delgado, dándole un auténtico aspecto de solterona. Su vestido gris y su chaqueta a juego aportaban aún más seriedad a su estilo de institutriz, además de la maleta de terciopelo negro y su bolso bordado.

Jack el destripadorWhere stories live. Discover now