Capítulo 31.- Enlazados

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El miércoles había llegado más rápido de lo que Hanji hubiera esperado, pero le dio la bienvenida por el bien de Eren.

Dado que Marlo volvía a ausentarse, -Hanji sospechaba que su compromiso con Hitch estaba cada vez más cerca-, no tuvo más opción que pedirle a Nanaba que se hiciera cargo de Mikasa. La pobre había pescado un fuerte resfriado y aunque se moría de ganas por quedarse a su lado, no podían postergar la audiencia.

De hecho, la propia Mikasa les insistió ir sin ella.

— Es un día muy importante para Eren. —Le dijo a la doctora, quien había tomado su temperatura y calculado su ritmo cardíaco. La niña tenía la garganta reseca y la voz áspera.— No quiero que se arruine por mi culpa...

Hanji había observado a la niña con sus grandes ojos castaños llenos de preocupación. Objetivamente sabía que aquello no era nada más que un resfriado común, y que pasaría en unos días con algo de descanso e infusiones calientes. Sin embargo, ver a la joven con las mejillas ardiendo por la fiebre y el rostro empapado de sudor le destrozaba el corazón. No concebía la idea de separarse de su lado.

— Yo cuidaré de ella. —Le aseguró Nanaba, colocando una mano en su hombro. Aunque Nanaba no tenía formación médica, sabía muchas cosas sobre cómo tratar a un convaleciente gracias a su amiga, pues su padre había muerto años atrás de una larga enfermedad.— No le pasará nada.

Hanji asintió, pero no abandonó la cama de Mikasa hasta después de unos minutos de acariciar sus manos. Luego, antes de ponerse de pie, dio un cálido beso en la frente de la pelinegra.

— Volveremos en unas horas. —Le dijo con una última caricia en su cara.— Estarás bien, te lo prometo.

Mikasa sonrió débilmente.

— Gracias, Hanji.

El corazón de la doctora se estrujó con una dolorosa voltereta. Era la primera vez que la niña la tuteaba, y aunque no lo había dicho de esa forma, sonaba exactamente como una pequeña hablaría a su madre.

Hanji tuvo que hacerse para atrás para sobrellevar esa abrumadora avalancha emocional, pero desde la puerta pudo ver a Eren acercándose a Mikasa, rodeándole el cuello con una bufanda roja.

— El detective Ackerman compró esto para ti el otro día en los almacenes. —Le dijo el moreno a quien fuera, en la práctica, su hermana adoptiva. La niña se sonrojó de pura felicidad al sentir la prenda en su cuello.— No te la quites. Y bebe mucha agua.

Eren sonaba exactamente igual que Levi, pensó Hanji con una sonrisa conmovida, mientras veía al chico señalar algunas otras instrucciones tanto a la convaleciente como a Nanaba, quien fingió sentirse intimidada por su autoridad.

Una vez tuvieron todo listo, Hanji y Eren salieron del departamento.

La forense usaba uno de los vestidos más lindos que Levi había comprado para ella en los últimos días. Aunque le sabía mal que él gastara en trivialidades para ella, debía admitir que se sentía bonita con aquel conjunto que era más apropiado para el invierno.

Debajo de un largo abrigo gris con preciosos bordados plateados en las solapas del cuello, lucía un elegante vestido de paseo azul cielo con ribetes en la parte frontal de la falda, una larga hilera de botones blancos en el corpiño y un cuello alto y cerrado con encaje. Las mangas también eran largas y llevaba guantes blancos, lo que la protegía muy bien del frío.

Eren también iba bien abrigado, y bastante cómodo con la ropa que habían recuperado de Beker Street. Salvo por los pantalones, que habían tenido que comprar unos nuevos porque el chico no paraba de crecer, Eren llevaba su propia ropa. Una camisa larga color oliva, un chaleco borgoña y un abrigo también rojo encima de todo. Para rematar, un gracioso gorro le cubría el cabello negro.

Jack el destripadorWhere stories live. Discover now