Capítulo 35.- Un héroe de armadura disonante

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9:00 pm Miércoles

Hanji recordaba su primer día en el laboratorio forense de la universidad, rodeada de muchachos de su misma edad qué la observaban desdeñosos o simplemente la ignoraban, fingiendo que no existía.

Varios de ellos la habían molestado durante las clases teóricas, apostando cuánto duraría en vomitar cuando les presentaran el primer cadáver del semestre.

Aunque Hanji dormía en una residencia para señoritas dentro de la facultad de enfermería, tenía que enfrentarse a ellos constantemente, de modo que se prometió no darles el gusto de verla enferma por el asco.

Ya se habían reído bastante de ella.

Apenas el profesor los dividió en equipos para examinar tres cuerpos, dos hombres y una mujer, las miradas se dirigieron a la muchacha.

Pero Hanji sólo tenía ojos para el hombre recostado, sin vida, frente a ella.

Lo observó con detenimiento, fascinada por todo lo que pudo reconocer de sus libros sobre anatomía forense. Había estudiado bastante aquellas últimas semanas y las señales se encendieron como las velas de un monasterio oriental.

— Debe haber muerto hace menos de dos días. —Reflexionó en voz alta, sorprendiendo a sus compañeros y llamando la atención del profesor.— ¿Fue protegido de los elementos? Tal vez murió en un clima frío. Pero... Estamos en verano. Oh, su piel está helada... Pero es suave, no desprende ningún aroma desagradable.

— No tienes ni idea de lo que dices. —Bufó el chico a su izquierda, decepcionado por la calma que transmitía la castaña.— Ni siquiera has leído el reporte.

— Sí, lo siento. —Hanji se disculpó con una sonrisa apenada.— Pero me gusta pensar en voz alta.

Mientras la joven ignoraba los comentarios despectivos del mismo muchacho, el profesor se acercó a su mesa y escuchó con agrado las hipótesis que iba lanzando su estudiante conforme examinaba el cuerpo.

En aquella clase, dos jóvenes vomitaron y uno estuvo a punto de desmayarse, pero Hanji no fue una de ellos.

De hecho, su profesor le concedió puntos extra por su entusiasmo, permitiéndole hacer la primera incisión cuando procedieron con la autopsia.

Aquella noche Hanji se fue a su cama con la excitación a tope. No pudo dormir. Había sido refrescante y emocionante hallar tantas respuestas en un mismo lugar, como un rompecabezas qué fuera cobrando sentido a medida que unía las piezas.

Aunque nunca fue popular, su reputación en el campus mejoró a medida que pasaban las prácticas.

Algunos de sus compañeros habían reconocido su valor y otros, aún a regañadientes, dejaron de meterse con ella al ver que nada la asqueaba lo suficiente para retroceder.

Fueron días pesados.

Hanji aprendió a tocar cada parte del cuerpo humano, mirarla e incluso olerla.

Supo reconocer el color natural de un órgano, y la consistencia perfecta de la sangre. Sabía cómo debía sentirse la fractura de un hueso y el peso de un cerebro humano.

Sus profesores llegaron a afirmar que nada podía enfermar a la brillante Hanji Zöe... Pero ahí de pie, delante de la puerta del almacén del muelle, descubrió que sí podía sentirse asqueada por algo.

Hanji podía calcular cuantas horas habían transcurrido desde que el brillo desapareció de los ojos de su asistente y amigo, Moblit Berner. 

Sólo con verlo, con la lámpara encima de su cabeza, pudo distinguir la rigidez post mortem que dada la temperatura se había formado apenas una hora después del fallecimiento. 

Jack el destripadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora