Capítulo 21.- Un monstruo de ojos azules

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Aunque Levi había insistido en que se quedara en casa y descansara un poco, Hanji asistió a la reunión en Scotland Yard a primera hora de la mañana. 

Sólo habían pasado tres horas desde que hubieran encontrado a una muchacha de clase baja que por alguna razón había muerto en mitad de Whitehall Street. 

Aunque los oficiales de Scotland Yard habían trabajado de prisa para ocuparse del cuerpo y procesar cuanto antes la escena, no se pudo evitar las miradas curiosas e incluso algún fotógrafo amateur.

No faltaba mucho para que la noticia del asesinato de una joven en el centro del gobierno inglés se esparciera como pólvora por todo el país. Si el idiota que había logrado tomar una foto era tomado en cuenta en el Times, el ejemplar del día siguiente sería muchísimo más impactante. 

A Hanji le dolía tanto la cabeza que parecía que fuera a explotar, pero se negó a seguir siendo relegada. 

Había insistido en estar presente en la reunión entre Erwin, Levi, Mike y Edward Falkner, un escritor del Times. 

Los policías y el columnista discutían airadamente sobre lo que el periódico podía o no podía publicar, y es que a pesar de las leyes sobre la libertad de expresión, una mala nota podría poner al propio parlamento en un grave aprieto. Por eso no fue de sorprender que Lord Radcliffe, el mismo hombre con quien Hanji había bailado la noche anterior, se presentara para discutir con los otros caballeros. 

Luego de lo que parecía una eternidad, Erwin se las arregló para echar a Falkner y Radcliffe de su oficina, asegurándoles que Scotland Yard tenía absoluta autoridad sobre el caso y más allá de una razonable entrevista sobre el tema, no se involucrarían con la prensa hasta que tuvieran más información. El deseo de mantener el caso de Jack dentro de aquellas cuatro paredes seguía vigente, pero después del incidente en Whitehall, sería casi imposible. 

El sol finalmente aparecía por el horizonte cuando Moblit Berner entró por la puerta del despacho, llevando una charola con una tetera y varias tazas de porcelana. 

Sirvió a Hanji una humeante taza de té, la cual ella aceptó con una sonrisa cansada. 

— Gracias, Moblit. 

Él le ofreció un gesto serio pero solidario, lo que la hizo pensar no por primera vez que aquel policía le gustaba bastante. No le molestó quemarse la lengua cuando dio unos sorbos a su té, pues cualquier calidez era bienvenida en esa aterradora capa de hielo que parecía cubrirla desde la madrugada. 

Por desgracia, tuvo que dejar la taza a un lado cuando los temblores regresaron. No importaba cuánto se dijera que debía asimilarlo, el recuerdo de aquellas siluetas en la niebla la ponían de los nervios. 

Cuando finalmente quedaron solos el Comandante, el detective y la forense, Erwin suspiró y se pasó una mano por la frente, pellizcándose el puente de la nariz. 

— Este asesinato ha sido completamente diferente a los demás. —Les dijo.— No sólo no la mutiló, sino que debió haberla sacado de algún distrito pobre. Lo más probable es que viniera de Whitechapel, dada su primera zona de cacería. Es un trayecto bastante largo. 

— Seguramente la llevó ahí con engaños. —Comentó Levi, quien intentaba abotonarse los puños de su camisa.— No sería la primera vez que un asesino convenciera a su víctima para ir por su propia voluntad a un sitio conveniente para él. 

— ¿Y Whitehall era conveniente para Jack? —Preguntó Hanji en voz baja. 

Los dos hombres compartieron una mirada y no le dieron respuesta. En realidad, era evidente. 

Jack el destripadorWhere stories live. Discover now