Capítulo 33. - El olfato de un doberman

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Era tarde cuando Levi llegó a los juzgados de Westminster, aunque sólo quedasen a diez minutos de Scotland Yard a pie.

Haciendo una cronología mental, habían pasado alrededor de tres horas desde que Hanji se hubiese quedado en el lobby de los juzgados, otros veinte minutos en lo que Eren había llegado con Floch a Whitehall y otra hora más para dar aviso a Mike y organizar y disponer a los agentes en la búsqueda.

Esas eran entre cuatro y cinco horas desde el momento que Eren y Hanji se separaron, tiempo más que suficiente para llevársela lejos de Londres... O algo peor.

Levi estaba acostumbrado a trabajar en casos fríos, pero sabía que entre más tiempo transcurriera del incidente, menor era la probabilidad de encontrar a la víctima con vida.

La rabia encendida crepitaba cada vez que pensaba en Hanji, su prometida, de esa forma, recordándole las palabras que le dio en Tyburnia la primera noche que pasaron juntos.

"No eres una víctima".

Los juzgados de Westminster seguían abiertos, por fortuna, y pudo entrevistar a los empleados en compañía de Erd Gin. Media docena de policías peinaba el área con un radio de tres kilómetros. Era poco probable que encontraran algo de interés... O al menos eso creyó Levi.

— Detective. —Un oficial de edad madura se acercó a ellos cuando salían, desalentados, por la alta escalinata de la entrada. Llevaba a su lado a un caballero de cabello y bigote blanco, de aspecto malhumorado e impaciente.— Él es Lord Turin. Su despacho queda aquí cerca y dice que estuvo en el lobby del juzgado al mediodía.

Levi clavó sus ojos en el anciano, quien al mismo tiempo movía su bigote de un modo casi gracioso.

— ¿Vio algo fuera de lo común, milord? —Le preguntó Levi con una voz suave, casi sedosa, que sin duda hizo enfadar al noble.

— Si se refiere a la descarada de anteojos, sí, la vi hace unas horas. —Lord Turin no se dejó intimidar por la furia que el detective desprendía bajo su calma mortífera, sino que sonrió bajo la espesura de su bigote.— Su compañero me preguntó por ella. Supongo que desapareció. ¡Pero no me sorprende! Andando sola por ahí y defendiendo ratas callejeras...

— ¿Qué quiere decir con "ratas callejeras", milord? —Preguntó mucho más amable Erd, mientras sostenía con una fuerza discreta a Levi desde atrás.

El anciano bufó e hizo un gesto desdeñoso hacia la calle.

— Una mocosa mugrosa se metió al lobby, probablemente a robar, y la mujer se puso como loca al verla. Creo que se fue corriendo detrás de ella cuando salió del edificio. Si me lo preguntan...

— Muchas gracias, milord. —Erd se apresuró a interrumpir, sabiendo que su compañero y superior no soportaría más de la verborrea del anciano.— Su información nos ha sido de gran ayuda.

Con un gesto sutil, Erd solicitó al oficial que se llevara a Lord Turin.

Al mirar hacia su lado, encontró a Levi inspeccionando la calle y la plaza cercana qué conducía a la catedral de St. James.

— Detective...

Antes de poder decir nada, otros dos oficiales llegaron corriendo hacia ellos.

El más joven llevaba algo en la mano. Algo que hizo palidecer a Levi cuando lo reconoció.

Su silbato.

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Les tomó un rato revisar el callejón donde el oficial había hallado el silbato, que ahora descansaba resquebrajado en la mano de Levi, mientras éste supervisaba la búsqueda.

Jack el destripadorWhere stories live. Discover now