Capítulo 15.- El regalo de la absolución

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Levi no acostumbraba dormir en casa cuando tenía un caso pendiente, o al menos no en su propia cama. A menudo se permitía unas horas de sueño delante del escritorio, pero poco más que eso.

Esta debía ser la primera vez en meses que despertaba después de una noche completa de sueño... Pero sin lugar a dudas, era la primera vez en toda su vida que no le urgía levantarse de la cama.

La sensación de sosiego que lo mantuvo quieto aún después de abrir los ojos la reconoció de la madrugada del domingo, cuando compartió cama con la doctora Hanji Zöe por primera vez. Hacerlo con ella era distinto a sólo coger, pero no podría encontrar las palabras para marcar la diferencia.

Ella lo agotaba física y mentalmente, en un buen sentido, y una vez que su cuerpo se relajaba entre sus largos brazos femeninos, lo único que deseaba era quedarse ahí para siempre, algo que iba en contra de su personalidad.

En ese momento, la mañana del lunes, el sol aún no se alzaba sobre el horizonte, pero su luz ya comenzaba a pintarse contra el cielo blanquecino de afuera.

Levi miró a la mujer a su lado, que lo abrazaba mientras él descansaba la mejilla contra uno de sus suaves pechos. Su cabello se esparcía por la almohada como finísimos hilos pardos, y sus pestañas oscuras parecían dos medias lunas negras contra sus pómulos.

Respiraba tranquilamente y una suave sonrisa evidenciaba que, si estaba soñando, debía ser algo agradable.

Hanji era una mujer hermosa, aunque claramente ella no estuviera de acuerdo, y aunque Levi jamás se había considerado un hombre celoso, debía reconocer que lo molestaba saber que Erwin había despertado del mismo modo con la intrépida doctora.

Y sin importar que Hanji lo negara, tan ingenuamente, debía aceptar que Erwin seguía interesado en ella.

¿Qué debía hacer si era el caso?

Erwin podía reconsiderar sus acciones en el pasado y retomar su relación con Hanji, atándola a un matrimonio que le aseguraría una vida tranquila y respetable.

En cambio, con él sólo habría incertidumbre.

Suspiró. Casi no podía creer que le estuviese dando vueltas a ese asunto.

Justo cuando planeaba escabullirse de los brazos de la doctora, igual que hizo la última vez, los brazos a su alrededor se afianzaron y aquel precioso pecho femenino se alzó hacia sus labios, lo cual le hizo sonrojar levemente.

— No estarás queriendo escaparte de mi otra vez, ¿o sí? —Escuchó la voz somnolienta de Hanji, la cual sonreía más aún con los ojos cerrados.

Levi pasó una mano por su cadera para tratar de separarla.

— No puedo escapar de mi propia cama. —Replicó él, a lo que ella respondió con una risa suave que terminó en un bostezo.— Vuélvete a dormir. Iré a darme un baño y arreglar unas cosas.

Aunque la idea era tentadora, Hanji abrió un ojo para poder mirarlo, curiosa y un poco intrigada.

— ¿Cuál es la rutina de un detective de Scotland Yard? —Preguntó en voz baja, soltando al pelinegro para recostarse boca abajo.

Levi se levantó de la cama, sin parecer demasiado tímido por su desnudez, lo cual ella aprovechó para alcanzar sus gafas y echarle un vistazo.

— Tardaría más en decírtelo que en hacerlo. —Reconoció Levi, eligiendo la ropa que usaría aquel día y dejándola lista en el diván del rincón.— Tengo que ponerme al corriente con los reportes del fin de semana, con todo lo que hayan encontrado los oficiales durante las guardias nocturnas y verificar el testimonio de los testigos. Entre otras cosas.

Jack el destripadorWhere stories live. Discover now