Capítulo 20.- Esto no es un juego

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Pasada la medianoche, en el camino de vuelta a Whitehall Street, Hanji se había quedado dormida en el carruaje de alquiler. Debía estar bastante cansada después de tanto ajetreo, pues ni siquiera los giros cerrados ni los traqueteos sobre la empedrada parecían perturbar su sueño. 

Sus gafas se le habían ido deslizando por el puente de la nariz, así que después de un rato de precario equilibrio, Levi decidió quitárselas con cuidado.

El detective seguía tan afligido por la conversación que mantuvo con Mike Zacharius sobre la doctora que no sentía el agotamiento más allá de un irritante dolor de cabeza. 

Llevaba varios días dándole vueltas al mismo asunto, y es que existía la posibilidad de que Hanji hubiese perdido su interés por él. Y no es que Levi fuera la clase de hombre que se preocupara por esas cosas; por el contrario, en el pasado eran sumamente convenientes las amantes de una vez, que luego de algunas noches preferían cambiar o alejarse. 

Pero con Hanji todo era diferente, desde sus circunstancias, pasando por el hecho de que tenían una relación profesional muy estrecha, hasta el innegable conflicto con sus sentimientos. 

Si lo que Mike decía era cierto, significaba que no podía seguir tratando a Hanji con pinzas. Un recordatorio que, pensándolo en retrospectiva, era innecesario. 

No, él no deseaba tontear con Hanji, y ya se lo había dicho a ella. No la dejaría ir del mismo modo que Erwin había hecho, incluso siendo un acto noble para respetar su independencia. 

No era un maldito santo, ni lo bastante caballero para emprender un cortejo. 

Ella tendría que saberlo. 

Cerca de Westminster, Levi extendió la mano para acariciar el rostro de la doctora, quien suspiró entre sueños y descansó la mejilla contra la calidez de su palma. 

Deseaba besarla, pero justo en ese momento el carruaje giró y se detuvieron en Whitehall Street. 

El cochero golpeó el techo del carruaje, justo sobre sus cabezas, como un aviso de que debían descender. 

De mala gana, Levi sacudió con suavidad a Hanji para despertarla, aunque esta lo hizo sólo a medias. 

— Cállese o le meteré esa fusta por el culo. —Le advirtió Levi al cochero, cuando éste dio otros golpecitos. Luego de un intercambio de insultos, el detective le pagó al viejo y ayudó a Hanji a sostenerse en pie.— No entiendo por qué estás medio inconsciente, no te vi beber licor ni nada por el estilo. 

— Sólo una copita de vino. —Concordó la forense, tras lo cual bostezó largamente.— Nunca había bailado tanto... 

— Sí, bueno... la próxima vez que quieras hacer de Cenicienta en un baile, al menos asegúrate de tener su maldito carruaje de nabo a la mano y un ejército de lacayos a tu servicio. 

Ligeramente más repuesta, Hanji parpadeó con la inocencia de una niña, dedicándole una sonrisa que le hizo suavizar el gesto. 

— Era un carruaje de calabaza, no de nabo. —Ella lo corrigió. 

Levi sólo chasqueó la lengua y la ayudó a subir las escaleras del edificio, aferrándola por la cintura. El portero nocturno, un joven de aspecto robusto llamado Marlo, los saludó al verlos pasar, sin hacer preguntas. 

Nadie en el edificio sospechaba que Marlo era un graduado de la academia de policías, ni que Levi lo había contratado personalmente; o que incluso el ministro a cargo de la administración de la residencia estaba generosamente sobornado por él, de modo que podía hacer y deshacer sin muchas preocupaciones. 

Jack el destripadorWhere stories live. Discover now