Capítulo 34.- Cronología

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8:20 pm del Miércoles

Kenny no la había asesinado, pero para lo que valía, daba lo mismo.

Atrapada en aquella bodega de las dársenas en una noche de noviembre, empapada de suciedad y de sangre, no tenía muchas probabilidades de sobrevivir la noche si no encontraba una salida pronto.

Había perdido la noción del tiempo cuando sintió que la vida de Moblit se le escapaba entre los dedos, quedándose quieta a su lado por lo que parecía una eternidad.

No supo si fueron horas o minutos los que estuvo aferrada a su cuerpo, tan sólo deseando que aquella fuese una de tantas pesadillas que se habían vuelto recurrentes en el último mes.

Anhelaba el momento en el que Levi la tomaría en brazos para despertarla y llenarla de caricias hasta que pudiera reconciliar el sueño.

Pero eso no pasó.

Debía ser bastante tarde, pero ya no notaba la diferencia. Su cuerpo se estaba congelando y una bruma de estupor la arrastraba lentamente hacia la inconciencia.

No fue hasta que notó algo brillante en el suelo que recobró algo de calor.

Moblit había dejado caer su anillo de compromiso luego de cortar sus ataduras. La sortija estaba cubierta de sangre pero los diamantes aun relucían en la oscuridad.

Con cuidado, Hanji lo recogió.

En su momento no lo pensó demasiado, pero ahora que echaba un vistazo en retrospectiva, Levi debía haber pasado severos dolores de cabeza eligiendo el diseño y verificando que la talla fuese la indicada.

Más allá del evidente gasto monetario, Levi había puesto todo su esmero en aquel anillo, aún si no era la clase de hombre que tuviera un gran interés en la joyería.

Él le había propuesto matrimonio, aunque sólo la conocía desde hacía poco.

Tal vez Nanaba tuviera razón y esto fuera sólo el calor del momento. Tal vez debió elegir a Erwin, a quien conocía de pies a cabeza desde muy joven. Tal vez ni siquiera merecía a ninguno de los dos y su destino siempre fuera quedarse sola con su carrera.

En esas circunstancias, con el frío llenando cada espacio de su ser, parecía imposible que algo pudiera reanimarla e infundirle calor... Pero detrás de esos cuestionamientos que le provocaban tanta fatiga, estaba el nítido recuerdo de Mikasa acostada en su cama, su rostro encendido por la fiebre y aquella pequeña sonrisa que le pedía hacer su trabajo.

Y Eren, tan emocionado y receloso en los juzgados, en manos de ese abogado en el cual no podía confiar.

Pensó en ambos cuando charlaban mientras cenaban, o cuando Eren apoyaba a Mikasa con sus lecturas o Mikasa preparaba dulces extranjeros.

Entonces el frío comenzó a retroceder, dejando a su paso un calor amargo y terrible que la hacía ser consciente de cada una de sus heridas.

Le dolía la cabeza, sus muñecas ardían con la piel expuesta y tenía tantas magulladuras a través del cuerpo que ni siquiera sería capaz de contarlas.

Sus ojos se fueron llenando de lágrimas y no pudo contener el llanto cuando observó de nuevo a Moblit, todavía inmóvil a su lado.

Había comenzado a entrar en rigor, así que sin duda habían pasado varias horas.

A pesar del llanto, el dolor consiguió que la forense se recuperara sí misma, recordando que a diferencia de su asistente, ella continuaba con vida.

Moblit había deseado que ella le prometiera que sobreviviría sin importar lo que hiciera falta. Realmente había dado sus últimas fuerzas para liberarla y darle una oportunidad, así que ella no podía despreciar su última voluntad.

Jack el destripadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora