[22]

7 1 0
                                    

<<Estaba sentada en la sala, viendo algún programa de desafíos y circuitos con mis papás, mi hermano sentado en mis piernas y mis papás en el mueble grande. Mis papás apoyaban a un equipo y mi hermanito y yo a otro. Comíamos algo rico, no recuerdo muy bien que era, era una tarde de esas en familia, una tarde maravillosa. Mi papá descansaba ya que era domingo, al otro día desaparecía para ir a su trabajo así que debíamos aprovecharlo.

Todo estaba de maravilla, todo iba muy bien. Era una preciosa tarde.

Todo hasta que alguien tocó la puerta.

Mi papá como si ya sintiera su muerte se resaltó demasiado y dijo que no abrieran.

En ese momento el programa de televisión quedó atrás. Ahora solo veía a mi papá azarado sin saber qué hacer, solo decía que no se nos ocurriera abrir la puerta. Cada vez los toques eran más fuertes, más insistentes, más llenos de desesperación. Mi mamá también se veía mal, parecía que ellos ya sabían qué ocurría y no me contaron.

Mi hermanito se tapaba los oídos ya que los toques eran terriblemente insistentes. Mi papá me hizo esconder con mi hermanito, yo le preguntaba que por qué pero él se limitó a responderme un simple: "tranquila mi amor, es un problema de adultos" odiaba que me respondiera así. Pero en ese momento mi corazón no quería odiarlo. Quería acurrucarlo y calmar su desesperación con un "te amo papi"

Nos dejó en la habitación pero antes de cerrar la puerta me brindó una hermosa sonrisa cargada de temor, pero con su mirada me decía el más profundo te amo. No quería que fuese así su despedida. ¿Por qué no lo abracé? ¿Por qué no lo retuve en la habitación para que no saliera directo a su muerte? Ahí es que vienen los porqué.

En medio de mis súplicas al cielo y calmando a mi asustado hermano, se escuchó un horrible estruendo en la sala. Mi corazón empezó a saltar del miedo, sabía que algo bueno no estaba sucediendo.

Un hombre gritaba, no era la voz de mi papá. Parecía que nos odiara y viniese a hacer añicos nuestra casa.

Mi hermano estaba muy asustado, sus ojos comenzaron a ponerse tristes y una lágrima resbaló por su mejilla. Mi corazón se estrujó queríendo llorar con él, pero no podía. Se supone que debía ser la que lo calmara diciéndole cosas bonitas.

Susurraba en su oído: "todo estará bien, los papás ya vienen". No fue así, no vinieron, nunca regresaron.

Los gritos de mi mamá me alamaron, gritaba desgarradora y yo ya no sabía qué hacer, pero mi papá ya me había dicho que no podía salir. Se escuchó un disparo y solo escuché el grito impotente de mi papá. Comencé a llorar.

Otro disparo y después todo se quedó en silencio. Le dije a mi hermanito silencio con el dedo. Escuché pasos acercarse y refundí mi cara en su espalda. Él seguía en mis piernas. Su cuerpo flaqueó ya que mis piernas comenzaron a temblar, lo agarré con fuerza para que no cayera y lo senté en la cama. Lo abracé y acaricié su cabello.

—Te amo mi monito precioso, no llores, no nos pueden escuchar—en un susurro intenté calmarlo.

No aguantó más y lloró. Lloró con fuerza, asustado, con temor. Sus labios estaban en un puchero y lágrimas caían de sus tiernos ojos cerrados, resbalabando de sus gorditas mejillas.

Sentí el miedo a flote. Él ya se había dado cuenta que estábamos aquí.

Sentí angustia, pues no sabía qué podía pasar con nosotros. Sabía que mis papás ya no estaban, un extraño presentimiento me dijo que no podían salvarnos. Que ellos no estarían ahí para protegernos de aquel hombre que se acercaba con pasos y risa tosca hacia nuestra habitación.

Bandidos. Where stories live. Discover now