[7]

16 1 0
                                    

Lo único que hago es sonreír. Porque sé que me mira como si fuese un puto oro.

Sigo parada en el marco de la puerta esperando a que él recorra con sus ojos cada parte de mí, hasta que llega a mis ojos. Él asiente como si estuviera aprobando lo que ve pero su expresión es seria como siempre.

—¿Vamos?—formulo la pregunta que parece más una orden. Él asiente y entonces yo empiezo a caminar haciendo que mis altos tacones retumben el piso. Lo siento detrás mío.

Caminamos hasta esa puerta asquerosa para entrar de nuevo al sótano. No entiendo para qué mierda me hacen vestir así si debo quedarme aquí encerrada.

—Esta vez no va a estar amarrada ni esposada por orden de Bayron. Pero sí me advirtió que le dijera que no vaya a hacer alguna locura que ponga en riesgo su vida.

Río mirándolo incrédula.

—Pues dígale que yo también le mando a decir que a mí no me amenace—respondo seria, mirándolo fijamente.

—Pues que quede claro que no soy ningún mensajero. Así que no tengo derecho ni la más mínima intención de decírselo.

Ladeo mi cabeza y me volteo dándole la espalda. Cuando me volteo veo una silla que antes no estaba.

—Pues eso pareces, su mensajero.

Él hace un sonido raro con su boca. No sé si murmuró algo porque no lo veo. Pero ahora no me importa él sino la silla que tengo enfrente mío.

—¿Para qué es?—camino hasta la silla desgastada color café, la toco y me volteo para fijar mi mirada en él.

—Para qué no ensucie el vestido. Es muy fino.

Río sin creerlo y él me mira con una ceja alzada extrañado por mi risa. A ver, mi risa tampoco puede ser perfecta. Parece la de una foca retrasada.

—Bueno, ahora que ya sabe las recomendaciones, me voy.

Él abre la puerta y sale.

Pongo la mirada en mis tacones brillantes. Cansan mucho. Casi no uso por lo cual no estoy acostumbrada. Me siento en esa sospechosa silla desgastada y me los quito, ahora quedo descalza. Los dejo a un lado y me dispongo a hacer nada.

Sí, nada, ¿Qué se puede hacer cuando estás completamente encerrada? Exacto, nada. Y mucho más si te sientes vestida y alborotada en un lugar totalmente solo. Espectacular creería yo.

Miro a todos los lados buscando la manera de encontrar algo con que entretenerme. Nada. Suspiro y hago unas cuantas probabilidades del porqué me vistieron así.

1). Bayron me va a invitar a su estúpida fiesta que va a realizar en pocas horas.

2). Bayron piensa que hoy me va hacer caer y vamos a derrochar pasión en una de sus asquerosas camas.

3). Me va a quitar el castigo solo si me acuesto con él y necesita que esté linda y con unas tangas sexys por debajo para excitarse.

Todo eso se escucha un poco sacado de tono, aunque por parte de él no lo dudo. Podría ser capaz de eso y más, pero no le va a funcionar. Al menos si estoy en mis cinco sentidos y totalmente cuerda.

Así que, bayriton, más te vale no intentar ninguna de las anteriores porque te va a salir fatal.

Bayron.

—Está todo hecho—me asegura Iván mientras camina hacia mi mesa de oficina.

—Que bien.

—No es nada fácil estar así sean cinco minutos con ella. Podría atreverme a decir que es un poco aletosa y está loca.

—Estoy de acuerdo—digo montando los pies en la mesa.

Bandidos. Where stories live. Discover now